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sábado, 3 de septiembre de 2022

El Río, núm. 40

 Dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

El compromiso de escribir historia regional

Creo que siempre habido razón para escribir historia, aunque no siempre han prevalecido las condiciones para ello. Por un lado, se necesita de la inquietud de conocer el fondo de las cosas y por otro lado, un público lector interesado. De manera más frecuente nos atenemos a la memoria que tenemos de los hechos, del cual hay poco cuestionamiento, particularmente si se trata de las experiencias personales. La historia rebasa la memoria del pasado y nos conmina a contextualizarla con la experiencia de los demás. La historia nos obliga a buscar verdades compartidas más que individuales. Por lo tanto, cabe aprovechar la memoria de lo ocurrido, sin detenerse ahí. Toda proporción guardada, creo que La Ilíada y La Odisea de Homero fueron escritos con el propósito de conservar la memoria sobre aquellas epopeyas griegas, una vez que su comunicación oral resultó insuficiente.La memoria del pasado y la historia se complementan, pero no se sustituyen. La memoria del pasado son los recuerdos que nos quedan, de una manera un tanto azarosa, la historia es un esfuerzo deliberado por conocer lo que en efecto ocurrió y decirlo de una manera crítica y relevante para la comprensión de los demás. La historia puede ser contada de manera oral, pero de manera escrita es como verdaderamente trasciende, de tal forma que pueda ser sometida al conocimiento de los interesados y pueda ser mejorada hacia adelante.Gran parte de nuestro pasado se ha perdido, por no haber captado los recuerdos anidados en la memoria de nuestros antepasados. El peligro sigue latente, pues dentro de nuestros contemporáneos también hay quienes conservan recuerdos que podrían mejorar la historia hasta ahora logra-da. Por lo tanto, debemos alentar la historia oral, pues se requiere compartir los recuerdos y crear una narrativa escrita que pueda ser examinada, aun cuando resulte anecdótica. Si bien, no debemos confinar la historia a la memoria, tampoco es aconsejable abandonarla. Ante la falta de información, las opiniones de algunos testigos parecen esclarecer los hechos históricos mejor que los documentos oficiales que frecuentemente dicen lo único que quieren comunicar. La historia es trasmisora de valores y hace posible conformar la memoria colectiva de un pueblo. Es posible que la historia sea ampliamente compartida, aunque haya diversas versiones de lo ocurrido. De esta manera, la historia se convierte en un factor aglutinante, que integra a los miembros de la sociedad y explica su evolución de manera razonada. Así la narrativa de hechos pasados encuentra ecos entre los lectores que pretenden una identidad social. Nos referimos a algo que va más allá de su experiencia personal. Para ello es necesario historiadores que cuestionan, más que aquellos que simplemente repiten los acontecimientos de antaño. Tal vez por su propia brevedad, la historia no es democrática. No es una historia de masas, sino de gobernantes. El problema es más serio, cuando solo podemos contar los aspectos de naturaleza circunstancial en lugar de explicar las razones que yacen detrás de sus actos.Solo escribiendo una historia explicativa de los hechos habremos de aprender no solo lo que ocurrió en el pasado sino el porqué. Todavía más, podremos comprender a los humanos detrás de los cargos públicos que ostentaron los protagonistas del pasado y por qué no, a nosotros mismos. 




El Río, núm. 39

 Revista de historia regional de Mexicali y su valleAño xnúm. 39, enero-marzo de 2018

 Dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

La historia regional como marco de referencia


Los años seguirán teniendo 365 días, pero en la actualidad el tiempo va que corre. Ante nuestro rápido paso por la vida, hace falta un punto de referencia para mejor aquilatar nuestra trayectoria y opciones sociales. Tal pareciera que nuestras vidas y preferencias siguen de cerca el refrán que todo es borrón y cuenta nueva. Pero acaso es que no tenemos memoria o es que el pasado ya no cuenta.El rápido paso del tiempo se debe en buena parte al cambio tecnológico. Pues debido a la continua innovación, la obsolescencia de los bienes y servicios con que acostumbramos a vivir, separa cada vez más a una generación de las anteriores. Nada mejor identifica la generación actual que los medios electrónicos que emplea para comunicarse con los demás. Desde la comunicación inalámbrica de los teléfonos celulares hasta los satélites artificiales que permiten la comunicación con cualquier lugar del mundo. Lo instantáneo es lo único que importa, mientras que las distancias desaparecen. Ahora vivimos dentro de un proceso de globalización. Hoy en día los países más alejados del nuestro están más cerca de nosotros que nunca. Los vínculos con el extranjero son mayores y más intensos. Por lo tanto, los acontecimientos en otros lugares del mundo resultan más relevantes que antes, y las noticias que difunden los medios así lo revelan. Existe pues más competencia para captar el interés del público y por consiguiente, la atención prestada a nuestra historia se torna, en el mejor de los casos, ocasional. Si hemos de evitar el anonimato universal, veamos nuestra historia. Por ahora nuestra historia es poco más que un pasatiempo de utilidad ceremonial, pero dentro de ella se encuentra oculta su relevancia. Pues la historia regional nos dice de donde somos, nos ayuda a entender nuestra cultura. Nos permite comprendernos mejor, nos recuerda de dónde venimos y también de los logros y fracasos realizados por nuestros padres y abuelos. Ella nos ayuda a ubicarnos no solo en cuanto al paso del tiempo y las distancias, sino aún más con respecto a la evolución humana, de la que todos somos parte, pero no somos iguales. Baja California ha crecido considerablemente durante el último siglo. Contraria a su pasado, la entidad no se encuentra aislada ni deshabitada como hace cien años. La amenaza de una invasión extranjera que pusiera en peligro nuestra mexicanidad no se divisa por ningún lugar en nuestro horizonte. Por ahora los peligros parecen centrarse en nuestra propia voluntad, propósito y disciplina. Pero todo ello carece de sentido si nuestra existencia no tiene rumbo o destino.El pasado se repite, pero nos dice mucho de la gente que hizo posible nuestra realidad. Entre ellos tenemos los indígenas que hicieron de estas tierras su hogar. La osadía de los españoles por descubrir nuestra península. De los misioneros que apostaron su vida en promover el cristianismo entre los nativos. Los pioneros que transformaron nuestro desierto en tierras de cultivo. Los maestros que nos enseñaron a leer y escribir, para que nosotros pudiéramos llegar lejos y construir un pueblo mejor.
 


 
 

El Río, núm. 37

Dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Estado libre y soberano
La frase “estado libre y soberano” se ha utilizado para caracterizar la naturaleza política de Baja California desde su inicio como entidad federativa de nuestra nación. Para ello podemos considerar cuando menos dos instancias. La primera en orden cronológico es el 16 de enero de 1952, cuando se da a conocer el estado a través del Diario Oficial de la Federación. El segundo es cuando se promulga la constitución del estado, el 16 de agosto de 1953. Antes de ser estado, nuestra entidad llevaba por nombre Territorio Norte de Baja California. Pero no solo era el nombre lo que diferenciaba aquella entidad con la actual, la relación con el gobierno federal era distinta.Cabe decir que el concepto de “estado libre y soberano” no es privativo de Baja California, pues según el artículo 40 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos dice: “Es voluntad del pueblo mexicano constituirse en una república representativa, democrática, federal, compuesta de estados libres y soberanos en todo lo concerniente a su régimen interior [...]”.Los entonces territorios de Baja California Norte, Baja California Sur y Quintana Roo eran administrados como si fueran dependencias del propio gobierno del centro. Sus gobernadores eran designados por el presidente del país, por lo que no concursaban partidos políticos dentro de la entidad para elegir al candidato ganador, como lo hacen ahora. El presidente era capaz no solo de designar a los gobernadores, sino de removerlos también. Los impuestos y el gasto público lo determinaba el poder ejecutivo de la nación.Los territorios federales no contaban con una constitución propia, con leyes más acordes a las necesidades de sus respectivas regiones. Durante el gobierno del presidente Miguel Alemán Valdés (1946-1952), Baja California se creó en una legislatura constituyente, compuesta de siete personas radicadas en diferentes lugares de la entidad, que trabajaron juntas principal-mente en Mexicali. En un periodo breve de tres meses y diez días, los legisladores regionales, bajo la asesoría o supervisión de un representante de la Secretaría de Gobernación, redactaron la Constitución Política del Estado Libre y Soberano de Baja California.Salvo en casos contenciosos, la constitución del estado hoy en día no provoca mucho interés entre los ciudadanos de la entidad y aun de sus historiadores. La frase “estado libre y sobe-rano”, de estar en lo cierto, debiera hacernos un pueblo comprometido y responsable. Comprometido porque ser libres implica escoger el rumbo. Soberano porque implica que nuestra entidad goza de autoridad suprema. Por lo tanto, ser un estado libre y soberano habla o debe hablar de la voluntad de nuestro pueblo. Aquí cabe considerar una idea que expresó Octavio Paz en su libro El Laberinto de la soledad: “Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer”. 









 

viernes, 2 de septiembre de 2022

El Río, núm. 38

Revista de historia regional de Mexicali y su valle No. 38

Dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Disuelta la Unión Soviética en 1992 en la Comunidad de Estados Independientes, la conformación de la nueva Rusia y de los países que la rodean no aparece que haya llegado a su final. En años recientes la toma de la península de Crimea, junto al Mar Negro, y las incursiones militares por parte de Rusia en Ucrania, nos habla no solo del malestar e incertidumbre de sus habitantes, sino de la rivalidad política que subsiste, aun terminada la guerra fría y preside sobre ellos.En la actualidad, pero en un plano más ordenado y respetuoso, se encuentra el Reino Unido, que después de un plebiscito nacional, se dispuso a abandonar la Unión Europea, después de 44 años de haber disfrutado de las bondades que aún le rinde la integración económica con el resto de los 27 países miembros. El drama de esta encrucijada vigente al día de hoy busca afanosamente un acuerdo satisfactorio para el divorcio. Y por si este malestar no fuera suficiente para Europa, se encuentra vigente la pasión entre las multitudes de Cataluña por separarse de España y hacerse independiente muy a pesar de sus vecinos. Cualquiera que sea el país de que se trate, la unión de sus habitantes no es algo que se pueda lograrse mediante decretos de la autoridad. El mundo ya tiene muchos problemas que debe resol-ver, no puede ser que las naciones estén a punto de desintegrarse por las inconformidades de sus ciudadanos, al menos que no haya una causa común que reconozca sus aspiraciones genuinas y los anime a trabajar juntos en torno a sus ideales.Vivimos tiempos de cambio es cierto. El cambio tecnológico es uno de los principales que transforma nuestro entorno y hace posible la globalización y pone a prueba nuestros valores, incluyendo el de la soberanía nacional. Aunque son muchas las ventajas de un mundo más comunicado, existe el peligro de perder nuestro lugar si no estamos a la altura de un dialogo con los demás pueblos de la tierra. Debemos ser capaces de hablar y escuchar a propios y extraños. Para lograrlo podemos comenzar con nosotros mismos.Es importante conocernos mejor. Tener una actitud responsable de hablar con la verdad y estar dispuestos a recibir críticas. Poder plantear nuestros problemas para analizarlos mejor y a fondo poder examinar nuestros errores. No debemos esperar que las soluciones vengan solas si no tenemos ni siquiera la voluntad de buscarlas entre nosotros mismos.Un camino que debemos seguir explorando es el de nuestra joven historia regional. La historia de nuestros antepasados, que, aunque pueda ser no tan gloriosa y trascendente como otras, es a la que nos pertenece y en la que podemos aprender de nosotros mismos. Además, viendo hacia adelante nos queda mucho por descubrir. Nuestra sociedad tiene la esperanza de mejorar, hagámosla mejor conociendo nuestra historia y su significado para los tiempos presentes.



martes, 14 de abril de 2020

El Río, núm. 36

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año X , núm. 36, abril-junio de 2017, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma. 

La historia debe contar la verdad

Si la historia es el relato de hechos pasados, la tarea de todo historiador debe ser un relato veraz. Algo
que no solo describe lo ocurrido, sino también es capaz de ser complementado con otras observaciones de manera razonable. Debemos admitir que la verdad, que añoramos todos, resiste varias interpretaciones y perspectivas, mismas que nos pueden distanciar y confrontar. Ello aconseja prudencia. También sugiere que debemos cuestionar los hechos aparentes, sin perder de vista de que éstos pueden ser legítimos. Nuestra búsqueda de la verdad histórica debe guiarnos para que todos entendamos mejor lo ocurrido y fortalecer los nexos que nos brindan un pasado compartido.
 
Las historias que ahora escribimos sobre nuestra región deben ser consideradas como aproximaciones a lo que en verdad ocurrió. Y eso no quiere decir que las preferencias personales de quienes escribimos sean más importantes que nuestra idea de lo que constituye la verdad. Pues debemos reconocer que las verdades que encierra el pasado frecuentemente resultan controversiales frente a nuestra óptica y por tanto la evaluación actual. Y eso es fácil de suceder ya que la información de que se dispone es limitada y viene acompañada de una interpretación frecuentemente sesgada.
 
Tal parece que nuestro principal avance en la historia regional es fundamentalmente darse cuenta de lo ocurrido, no particularmente proponer interpretaciones razonables de los hechos. Por su parte, reconocer los acontecimientos históricos requiere de evidencia, principalmente en forma de escritos. Muy poco se ha recurrido a la historia oral. Los escritos suelen ser: libros, artículos de revistas anteriores, periódicos de la época o manifiestos. Documentos como la correspondencia entre personajes de gobiernos anteriores son aún limitados y confinados a archivos menos accesibles. Pero por fortuna estos conductos de información se vienen ampliando, de tal forma que los datos disponibles son cada vez mayores. Ello desde luego redunda en una historia regional más completa y convincente. 
 
Las fotografías del pasado son un valioso complemento de nuestra revista. Ayudan no solo a complementar las ideas que tenemos de lo ocurrido, sino aportan imágenes que difícilmente pueden ser refutadas. Sin embargo, su uso ha estado más orientado a describir que analizar su contenido. Para su mejor provecho, estas deberán contar con observaciones específicas de su contenido, como las fechas en que fueron tomadas, los nombres de las personas involucradas, la orientación y colindancia de los lugares, etcétera. Información que rara vez acompaña a las fotografías históricas. 
 
Como es evidente la historia que escribimos depende fundamentalmente de la información a nuestro alcance. No todos contamos con la misma información, pues tampoco leemos los mismos escritos, ni siquiera compartimos nuestro propio acervo. La discusión entre nosotros debe enriquecer nuestro trabajo, así como los comentarios de nuestros lectores. 
 
Tal como en otros campos del conocimiento humano, la tecnología juega un importante papel en nuestro quehacer histórico. La computadora no solo mejora nuestra redacción de los hechos pasados, sino también hace posible la organización de mucha información. El Internet sigue siendo el mejor complemento de la computadora, pero es comprensible que requerimos asistencia técnica para sacarle más provecho. Con estas herramientas modernas nos iremos acercando a la verdad, que es nuestro compromiso, en la esperanza que más mexicanos podamos ponernos de acuerdo. 
Sergio Noriega Verdugo
 
 

 

El Río, núm. 35

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año X , núm. 35, enero-marzo de 2017, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.
Podemos aprender de nuestra historia

Puede haber muchas razones del porqué nos ocupamos de la historia regional. Una de ellas emana de que deseemos conocer donde vivimos. La simple curiosidad por saber cómo comenzó a poblarse Mexicali y su valle, puede ser parte de esa inquietud. Conocer también quiénes fueron los pioneros que se atrevieron venir a vivir en el desierto y por qué lo hicieron. Además, puede interesar saber de dónde vinieron y qué esperaban encontrar en un lugar con un clima inhóspito y desprovisto de infraestructura y atractivos. Otras razones que nos disponen favorablemente a la historia de nuestra región pueden relacionarse con el desarrollo subsecuente a los primeros asentamientos. Como, por ejemplo, la introducción de agua del Río Colorado a los valles de Imperial y Mexicali.

Otra razón del porqué la historia nos puede resultar interesante se relaciona con nosotros mismos. Muchos de los que aquí vivimos pertenecemos a la segunda o tercera generación de cachanillas. Por lo tanto, queremos conocer más del Mexicali en que vivieron nuestros padres y abuelos. Deseamos conservar la memoria de las vidas de nuestros seres queridos. Además de mantener firmes nuestras ligas con aquellos que ya se fueron, también queremos recordar nuestro propio pasado. Conforme pasa el tiempo, nuestras vivencias parecen desvanecerse de no contar con algún registro de lo ocurrido. No queremos olvidar nuestra juventud y el entorno en que se dio y por eso la nostalgia. 
 
La perspectiva histórica no solo nos ayuda a recordar el pasado, también nos ayuda a interpretarlo. Lasecuencia en que se dieron las cosas nos aproxima a una relación de causa-efecto, los acontecimientos, los gobernantes, las obras públicas, todo esto y más contribuyen a entender el porqué de su ocurrencia. La sociedad de la que formamos parte se nutre del pasado, ya que según sea nuestra memoria de lo ocurrido también será nuestro criterio y de ahí como aquilatamos las cosas en el presente. 

Ante el cambio abrumador promovido por la actual innovación tecnológica, la historia de nuestro pasado permanece prácticamente inalterada. Y por buenos que sean los cambios ocasionados por la tecnología moderna, estos suelen traer consigo daños colaterales, que merman nuestro bienestar. Por ellos estamos impulsados al cambio social ante la alternativa de quedarnos obsoletos en nuestros quehaceres, y el costo de la modernidad puede ser agobiante. De ahí que la historia nos resulte como un bálsamo que nos brinda continuidad y seguridad. 
 
Pero cabe reconocer que si bien la innovación tecnológica está al orden del día, no se trata de algo enteramente nuevo. El cambio tecnológico también ocurrió con las primeras obras de infraestructura hidráulica y la creación del ferrocarril Inter-California a principios del siglo pasado. Por tanto, debemos reconocer que el cambio tecnológico es parte integral de nuestro desarrollo. Además, es oportuno señalar que nuestra historia nunca estuvo desligada del mundo, ni del resto de México, ni tampoco de Estados Unidos. 

Hasta aquí la historia se muestra como algo que ya ocurrió, y no hay mucho por hacer. Pero existe la posibilidad de encontrar dentro de nuestro pasado razones y experiencias que nos ayuden a abordar el
futuro que nos espera. 

 

 

El Río, núm. 34

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle núm. 34, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.  

La utilidad de la historia

¿Por que acudir a la historia? Porque es la narrativa del hombre, ¿acaso hay algo más interesante o relevante?

¿Pero de qué clase de historia hablamos? ¿De historia de México? ¿De historia del México contemporáneo? ¿De historia regional?

Una respuesta sencilla a la primera pregunta es porque nos gusta. Si partimos de la historia del hombre, el gusto por la historia puede ser porque nos habla de grandes acontecimientos que han modificado nuestra forma de vivir y pensar. Conocer la historia de la humanidad enriquece nuestras vidas, nos aporta una idea del largo caminar del hombre, así como de nuestro propio recorrido. Nos ayuda a ubicarnos en un contexto en el que estamos todos representados, aunque seamos solo una pequeña parte del total. 
 
La historia es interesante. Desde luego nos habla de guerras y hechos heroicos, de patriotas y traidores, de invasiones y rebeliones. Nos habla del hombre conflictivo, pero también del soñador, del justo, del comprometido de ser independiente y vivir en paz. Nos dice del talento, de personas brillantes, imaginativas e innovadoras. La historia no solo nos dice de lo que el hombre ha sido capaz de hacer en el pasado, sino también plantea de lo que podemos hacer en el futuro.

La historia es necesaria, pues de que otra forma podemos aquilatar nuestra existencia. ¿Cómo podemos hablar de moral?, al menos que nos sujetemos al juicio que imparte la historia de la nuestra y de otras civilizaciones. ¿En dónde queda el progreso, si nos privamos de la perspectiva histórica?

Pero si en lugar de hablar de la larga historia del hombre, nos ocupamos del pasado de la región, los atributos de la historia no desaparecen, desde luego hay menos acontecimientos porque la historia es más corta. Si partimos de la historia regional nuestra perspectiva es necesariamente limitada, porque nuestra península estuvo prácticamente deshabitada, y por consiguiente es más poco tiempo transcurrido de nuestro desarrollo.

La historia que aquí promovemos concierne al pasado de Mexicali y de sus alrededores, pero por aislada que haya estado la Baja California a principios del siglo veinte, la historia de este lugar está enlazada con otras más historias, no menos profundas e importantes. Las raíces de nuestro pasado estuvieron enterradas en los suelos de Baja California Sur, Sonora, Estados Unidos y China, entre otros lugares, antes de florecer aquí.

Nuestra historia regional puede resultar más verdadera, y provechosa si reconocemos de un principio que lo nuestro es parte de un todo. Que detrás de la experiencia acumulada en la región están los valores, como el trabajo, el deseo de prosperar, de formar una familia, de hacer amigos, valores que fueron traídos de fuera y que conforman el perfil de nuestra cultura.

Además, contemplemos que el mundo actual está siendo transformado por la tecnología en un mundo sin fronteras. Nuestra historia se enriquecerá a medida que podamos ligar nuestro pasado con el de otros pueblos, que como nosotros son parte de la familia humana. 

jueves, 9 de abril de 2020

El Río, núm. 33

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año IX , núm. 33, julio-septiembre de 2016, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma. 
La relevancia del pasado

Nuestro tiempo, el espacio temporal por donde transitamos en la existencia, es limitado y valioso. Aunque los horizontes de vida actualmente parecen prolongarse y son más los años que se viven ahora que antes, el tiempo se nos acaba por razón natural. Por otra parte, las oportunidades que nos brindan la ciencia y la tecnología nos permiten hacer más cosas en un mismo lapso que nunca antes. Anteriormente, las fuentes de información se encontraban dispersas y difíciles de localizar, ahora están disponibles en cualquier hogar u oficina, gracias a la computadora y el internet. Tal cosa ocurre con la historia del hombre y el de nuestro entorno. Sin embargo, dada la rapidez del cambio tecnológico y del institucional, es presumible que la historia regional va perdiendo adeptos.

En la inmediatez de la vida moderna, la historia regional no es un tema que nos preocupe mucho. No representa una discusión que nos veamos obligados a abordar. Las cosas cotidianas dominan el panorama actual, aun cuando en ocasiones estas resultan intrascendentes. Los cambios que ocurren en la actualidad ocupan nuestra atención y reducen el tiempo que destinamos a reflexionar sobre nuestro pasado. La rapidez de los sucesos nos conmina sobre todo a pensar en el presente, menos en el futuro, y de manera insuficiente respecto al pasado.

Nuestro cerebro recibe una abrumadora cantidad de información, gracias a los medios de información modernos, que a través de la publicidad nos inducen al consumo, al entretenimiento, o a las noticias de un mundo globalizado, que no alcanzamos a entender. En este contexto, el papel que solemos jugar es de un público pasivo, no solo incapaz de cambiar lo ocurrido, sino indiferente por cuanto a la trayectoria de un pueblo como el nuestro en busca de mejores oportunidades.

¿Cuál es entonces la relevancia de nuestro pasado regional? ¿Cuál es la importancia de considerar los hechos que hicieron de Mexicali lo que es ahora? Por fortuna, a partir del presente milenio se han incrementado los libros de historia regional que nos ponen en contacto con nuestro pasado que la mayoría ignorábamos. No olvidemos que el pasado es tan solo un reflejo de lo que somos actualmente. La historia regional es una buena parte de nuestra identidad. Los porqués, o cómo somos se encuentran ocultos en la reflexión sobre el pasado.

Preguntémonos si es posible contemplar nuestras vidas sin el pasado. A caso es posible entendernos sin tomar en cuenta los cambios por los que hemos atravesado. Conscientes estamos de que no somos los mismos que fuimos ayer cuando éramos niños o adolescentes. De manera semejante debe existir una condición paralela con la historia, pues de no conocer el pasado de nuestro pueblo tampoco entenderemos la etapa por la que actualmente atravesamos.

La historia regional no solo es una referencia suspendida en el tiempo. La historia para bien o para mal constituye un criterio para interpretar nuestro comportamiento como el de nuestra sociedad. Con poca imaginación, los logros y fracasos de ahora pueden ser comparados con los del pasado. Si la historia del hombre es una narrativa de su evolución, entonces que mejor que usar la historia como criterio para su debida interpretación. 
Sergio Noriega Verdugo

lunes, 6 de abril de 2020

El Río, núm. 32

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año IX , núm. 32, abril-junio de 2016, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Trabajo de superación
 
Mexicali nació a principios del siglo veinte en un desierto inhóspito. Con escasa lluvia, el valle contaba con poca vegetación, de no ser junto a los márgenes del caudaloso Río Colorado y los lugares bajos que este inundaba en temporadas de verano. El clima era extremoso, con veranos particularmente largos e inviernos intensamente fríos. Los nativos del lugar fueron indios cucapá, una tribu primitiva y seminómada, que si bien practicaban la agricultura, lo hacía solo como complemento de su alimentación. 
 
La introducción de agua al Valle Imperial en junio de 1901, proveniente del Río Colorado, a través del Canal del Álamo, reveló la fertilidad de los suelos del inmenso y plano desierto. La agricultura de riego creció rápidamente al norte de la línea divisoria, alentada por el reparto casi gratuito de la tierra, solo condicionada al cultivo continuo por un número de años y la compra de un permiso de riego, y la llegada de colonos de todas partes de Estados Unidos.

La empresa que emprendió el desarrollo de ambos lados de la frontera fue la California Development Company, fundada en 1896 y con oficinas en Caléxico. El arranque de la agricultura requirió de compuertas, del desmonte y nivelación de suelos y otras formas de infraestructura, como canales para la distribución de agua y caminos de acceso. No menos importante para el desarrollo agrícola fue la creación de un ramal del Ferrocarril del Sur Pacífico, desde el norte del Valle Imperial hasta la frontera y luego de Mexicali hasta Los Algodones, mismo que fue terminado en 1909. Para entonces, la adquisición de la tierra en el valle de Mexicali se hizo difícil por el monopolio de la Colorado River Land Company. 

Además de colonos, se requirió del trabajo de muchas personas más. No obstante su aislamiento, Mexicali comenzó a poblarse con personas de otras partes del entonces Distrito Norte de la Baja California y de estados circunvecinos, incluyendo del sur de Estados Unidos. Las oportunidades de empleo mejor remunerado y la convicción de cultivar la tierra atrajeron a muchos, a pesar de las agotadoras faenas.

El trabajo tampoco estuvo circunscrito al campo. La necesidad de alojamiento, así como de la alimentación, vestimenta y otros servicios dio lugar a edificación de ciudades. Donde hospedar a la gente que llegaba de fuera debió motivar la creación de hoteles y cuartos de renta. La necesidad de esparcimiento además de la actitud puritana de algunos desarrolladores del Valle Imperial debió fomentar la creación de cantinas, casas de tolerancia y de juego en Mexicali.

La gente que pobló el desierto no pudo venir solo a sobrevivir. De hecho, la gente vino a trabajar a pesar de muchos obstáculos. Sus expectativas deben haber sido de superación económica personal y eventualmente también de sus familias. Aunque la creación de riqueza fue paulatina, los ingresos no solo se destinaron al consumo y el bienestar, sino a la adquisición de maquinaria y equipo para mejorar sus esquemas de producción. 
Sergio Noriega Verdugo
 
 

 

sábado, 4 de abril de 2020

El Río, núm. 31

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año IX , núm. 31, enero-marzo de 2016, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma. 

Un pueblo de hombres libres

Desde el inicio de Mexicali, la frontera nos ha conminado a compararnos con nuestros vecinos. Tal vez estas comparaciones resulten injustas, pero nos ayudan a valorar la sociedad a que pertenecemos y la libertad que ostentamos. Y precisamente, una de las características culturales más importantes de la formación del pueblo de Mexicali a principios del siglo veinte, fue su libertad.
 
Uno de los grandes pensadores del pasado sobre el tema de la libertad fue John Stuart Mill (1806-1873). Nacido en Londres, Inglaterra, hijo de James Mill economista, fue instruido por su padre desde los tres años de manera intensa; sobra decir que debió leer las obras de los griegos clásicos en el idioma de ellos. Se dice que su padre insistió que no aceptara las opiniones provenientes de la autoridad, sino que tomara sus propias decisiones y pensara por sí mismo.
 
La información disponible sobre los primeros pobladores de Mexicali, de no ser por la población indígena, nos hace pensar que llegaron a partir de que se iniciaron las obras de riego en los valles de Imperial y de Mexicali. La introducción de agua proveniente del Río Colorado creó oportunidades de trabajo que antes no existían. El Álamo, un brazo del Río Colorado, con una pendiente hacia los valles fue transformado en canal, y a través de compuertas y canales auxiliares le dieron vida a la región, e hizo posible un emporio agrícola. 
 
Fue la libertad de escoger dónde vivir, lo que proporcionó las circunstancias para poblar Mexicali. Tarea nada fácil de esos tiempos, que implicó trabajar con estadounidenses para la creación de la infraestructura necesaria para cultivar la tierra. Otros pobladores llegaron aquí como jornaleros del campo en ambos lados de la frontera. Todavía otros trabajaban dentro del poblado, para producir y vender los bienes y servicios que todos requerían para sobrevivir. Por la falta de caminos para llegar aquí, podemos inferir que se impuso la voluntad de los viajeros. Pero no todos los que vinieron se quedaron de manera permanente. Es lógico suponer que algunos abandonaron el suelo para evitar las inclemencias del clima extremoso, del aislamiento del lugar y su pobreza. Aun así, la mayoría se sobrepuso a estos y otros problemas. Lo que triunfó aquí fue la voluntad del pueblo de superarse. El deseo manifiesto de mejorar sus condiciones de vida, de adecuar su infraestructura urbana, sus viviendas, los servicios médicos, de esparcimiento y educativos. 

Otros habitantes aprovecharon su libertad para regresar a sus lugares de origen o para emigrar al extranjero, entonces más permeable que ahora. Aunque esto trajo la separación de algunas familias y sus miembros, los nexos en muchos casos permanecieron. La libertad de la migración antes como ahora contribuye al bienestar de ambos, los que se fueron y los que quedaron.

 

 

sábado, 28 de marzo de 2020

El Río, núm. 30

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año VIII , núm. 30, octubre-diciembre de 2015, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.


Respeto a la autoridad

Cuando primero se reunieron los pioneros de Mexicali, a principios del siglo pasado, se impuso el respeto a la autoridad. El pequeño pueblo fronterizo naciente optó por reconocer la autoridad del gobierno de México para efectos de organizarse políticamente y salir adelante. Cabe recordar que en aquel entonces el país se encontraba gobernado por la dictadura de Porfirio Díaz, de manera que el respeto a la autoridad era la costumbre. A pesar de su aislamiento y de sus diferencias interpersonales, en el pueblo de Mexicali no prevaleció la ley del más fuerte, sino el de las instituciones.

En 1904, el nombramiento de jueces y, posteriormente, de subprefectos dio inicio al gobierno formal en Mexicali. Pero no faltaron escándalos en la vía pública, principalmente por borrachos, que rompían con la monotonía del pueblo que buscaba permanecer. Las autoridades originales no contaron con muchos recursos para imponer el orden deseado, pues no solo disponían de poco personal y mal remunerado, sino, además, porque no contaban con presupuesto suficiente para construir una cárcel.

En el hogar prevaleció la voluntad del jefe de familia, hombres en su preponderante mayoría, dotados con fuerza física, más que con escolaridad y mejores costumbres.

Podemos especular que un valor compartido fue su sentimiento de pertenencia a la nación. Aunque había extranjeros en la frontera, la mayoría de estos pobladores eran mexicanos venidos de otras partes. Hablaban el español, eran cristianos y comían tortillas. Principalmente eran originarios de Baja California Sur, algunos de Sonora y otros mexicanos que habían residido y trabajado en Estados Unidos de América.

La principal lucha de aquellos pobladores era con la naturaleza. El calor en el verano, el frio en el invierno y la falta de agua para atender sus necesidades urbanas y rurales. Esta situación empeoró y se hizo crítica con la inundación de las aguas del Río Colorado a los valles de Mexicali e Imperial, de 1905 a 1907. Además de los daños a los cultivos y la incipiente infraestructura hidráulica en el medio rural, el poblado perdió algunas de sus manzanas, viviendas y negocios desaparecieron junto al Río Nuevo.

A pesar de los pocos recursos públicos que fueron destinados a Mexicali para remediar el desastre, la autoridad del gobierno se mantuvo firme con Gustavo Terrazas, siendo subprefecto, cuando Mexicali aún pertenecía al municipio de Ensenada. La autoridad también fue fortalecida por la conducta del jefe político de la entidad, el coronel Celso Vega.

El desarrollo inicial de Mexicali se vio favorecido por el respeto a la autoridad. A pesar de su inmigración, se mantuvo la estabilidad política. Prevaleció en el pueblo la aceptación de aquellos que fueron designados a gobernar a sus ciudadanos, fueran estos jueces o subprefectos. Ganó la conformidad, la subordinación y tal vez la obediencia. Sin embargo, no hubo tiempo u otros recursos para afirmar que se trataba de un pueblo de hombres libres, con aspiraciones de un futuro mejor.