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sábado, 4 de abril de 2020

El Río, núm. 31

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año IX , núm. 31, enero-marzo de 2016, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma. 

Un pueblo de hombres libres

Desde el inicio de Mexicali, la frontera nos ha conminado a compararnos con nuestros vecinos. Tal vez estas comparaciones resulten injustas, pero nos ayudan a valorar la sociedad a que pertenecemos y la libertad que ostentamos. Y precisamente, una de las características culturales más importantes de la formación del pueblo de Mexicali a principios del siglo veinte, fue su libertad.
 
Uno de los grandes pensadores del pasado sobre el tema de la libertad fue John Stuart Mill (1806-1873). Nacido en Londres, Inglaterra, hijo de James Mill economista, fue instruido por su padre desde los tres años de manera intensa; sobra decir que debió leer las obras de los griegos clásicos en el idioma de ellos. Se dice que su padre insistió que no aceptara las opiniones provenientes de la autoridad, sino que tomara sus propias decisiones y pensara por sí mismo.
 
La información disponible sobre los primeros pobladores de Mexicali, de no ser por la población indígena, nos hace pensar que llegaron a partir de que se iniciaron las obras de riego en los valles de Imperial y de Mexicali. La introducción de agua proveniente del Río Colorado creó oportunidades de trabajo que antes no existían. El Álamo, un brazo del Río Colorado, con una pendiente hacia los valles fue transformado en canal, y a través de compuertas y canales auxiliares le dieron vida a la región, e hizo posible un emporio agrícola. 
 
Fue la libertad de escoger dónde vivir, lo que proporcionó las circunstancias para poblar Mexicali. Tarea nada fácil de esos tiempos, que implicó trabajar con estadounidenses para la creación de la infraestructura necesaria para cultivar la tierra. Otros pobladores llegaron aquí como jornaleros del campo en ambos lados de la frontera. Todavía otros trabajaban dentro del poblado, para producir y vender los bienes y servicios que todos requerían para sobrevivir. Por la falta de caminos para llegar aquí, podemos inferir que se impuso la voluntad de los viajeros. Pero no todos los que vinieron se quedaron de manera permanente. Es lógico suponer que algunos abandonaron el suelo para evitar las inclemencias del clima extremoso, del aislamiento del lugar y su pobreza. Aun así, la mayoría se sobrepuso a estos y otros problemas. Lo que triunfó aquí fue la voluntad del pueblo de superarse. El deseo manifiesto de mejorar sus condiciones de vida, de adecuar su infraestructura urbana, sus viviendas, los servicios médicos, de esparcimiento y educativos. 

Otros habitantes aprovecharon su libertad para regresar a sus lugares de origen o para emigrar al extranjero, entonces más permeable que ahora. Aunque esto trajo la separación de algunas familias y sus miembros, los nexos en muchos casos permanecieron. La libertad de la migración antes como ahora contribuye al bienestar de ambos, los que se fueron y los que quedaron.

 

 

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