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jueves, 31 de marzo de 2022

Autonomía y centralización en el México del siglo XIX. El caso de Baja California

Autonomía y centralización en el México del siglo XIX. El caso de Baja California 



Resumen: Este articulo esta dedicado a la forma en que evolucionó la estructura normativa e institucional en la Baja California y la manera en que ello nos sirve para explicar la integración política de la region y su vinculación con un orden de tipo nacional.




martes, 29 de marzo de 2022

Humanitarismo, redención y ciencia médica en nueva España. El expediente de salud pública para frenar la extinción de indios en la Baja California (1797-1805)

Humanitarismo, redención y ciencia médica en nueva España. El expediente de salud pública para frenar la extinción de indios en la Baja California (1797-1805) 



Resumen: A partir de la descripción de los diversos momentos de la puesta en marcha de un programa médico diseñado para revertir el largo proceso de decadencia poblacional de los indios de la península de California, se pone a la vista lo que podría denominarse el humanitarismo político de la corona española, proyectado en el debate habido entre las perspectivas religiosa y científica en torno a la extinción de los indios. El artículo explica las causas de lo que se denomina aquí la utopía de la sanación de los californios y ofrece una interpretación que varía de las concepciones relativas a la consabida incapacidad génica de los indios para sobrevivir a los contagios, a los errores e imposiciones del proceso de aculturación y a otros factores adversos a la existencia indígena. Se concluye que el fracaso del programa médico en cuestión contribuyó a la frustración de las expectativas colonizadoras, humanitarias, religiosas y modernizadoras del régimen borbónico.





Los inicios de la salud pública en Baja California, México, y California, Estados Unidos, siglos XIX y XX

Los inicios de la salud pública en Baja California, México, y California, Estados Unidos, siglos XIX y XX



Resumen: En el presente trabajo se dibuja un panorama de la frontera y de sus problemáticas sanitarias, a partir de elementos habituales de la sociedad, como el comercio y el flujo de personas. Además, permite adentrarse en el proceso de deconstrucción de la frontera entre California y el Distrito Norte de la Baja California (actual Baja California) desde las reglamentaciones sanitarias en la zona, a través de la modernización de las ciudades colindantes que se formaron en ella.





El rancho Meling. Imágenes de un pasado y una cultura en Baja California

El rancho Meling. Imágenes de un pasado y una cultura en Baja California



Extracto: El rancho Meling se encuentra a 190 kilómetros al sur de la ciudad de Ensenada, Baja California. Para llegar, hay que manejar 140 kilómetros por la carretera traspeninsular hasta el poblado de San Telmo, y dirigirse al este, por la carretera que conduce al Observatorio Astronó-mico Nacional, y empezar el ascenso al Parque Nacional Sierra de San Pedro Mártir; en el kilómetro 50 de este camino angosto se encuentra el acceso principal al rancho.




La explotación de un recurso mineral en la frontera norte de México: La comercialización del ónix mármol de Baja California, 1890-1958





Resumen: En este estudio se analiza la explotación del ónix mármol en el sitio conocido como "El Mármol", Baja California, desde el descubrimiento de este enorme yacimiento en 1890, hasta 1958, cuando se cerró la cantera. Se hace hincapié, en particular, en las actividades de la empresa New Pedrara Mexican Onyx Company, formada en 1892, y de sus sucesoras, particularmente la Southwest Onyx and Marble Company, establecida en 1921. Se examinan los factores que condujeron al auge de este negocio durante las primeras décadas del siglo XX, así como las razones de su decadencia y extinción a finales de la década de 1950.



viernes, 16 de agosto de 2019

El Río, núm. 16

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valleAño V, núm. 16, abril-junio de 2012, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

El Río es una publicación trimestral de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C. en coedición con la Universidad Autónoma de Baja California para la divulgación histórica regional sobre el municipio de Mexicali, Baja California, México.

La historia regional como marco de referencia

Los años seguirán teniendo 365 días, como en el pasado, pero en la actualidad el tiempo va que corre. Ante nuestro rápido paso por la vida, hace falta un punto de referencia para aquilatar mejor nuestra trayectoria y avance. Tal pareciera que nuestras vidas y preferencias siguen de cerca el refrán que dice “todo es borrón y cuenta nueva”. Pero, ¿acaso es que no tenemos memoria o es que el pasado ya no cuenta?

Actualmente, el rápido paso del tiempo se debe en buena parte al cambio tecnológico. Pues debido a la continua innovación, la obsolescencia de los bienes y servicios con que acostumbramos a vivir, separa cada vez más a una generación de las anteriores. Nada mejor identifica la generación actual que los medios electrónicos que emplea para comunicarse con los demás. Desde la comunicación inalámbrica de los teléfonos celulares hasta los satélites artificiales que permiten la comunicación con cualquier lugar del mundo. En la actualidad lo instantáneo es lo único que importa, mientras que las distancias desaparecen.

Por si esto fuera poco, no hay que olvidar que ahora vivimos dentro de un proceso de globalización. Hoy en día los países más alejados del nuestro están más cerca de nosotros que nunca. Los vínculos con el extranjero son mayores y más intensos. Por lo tanto, los acontecimientos en otros lugares del mundo resultan más relevantes que antes, y las noticias que difunden los medios así lo revelan. Existe, pues, más competencia para captar el interés del público y, por consiguiente, la atención prestada a nuestra historia se torna, en el mejor de los casos, ocasional.

Si hemos de evitar el anonimato universal, veamos nuestra historia. 
Por ahora nuestra historia es poco más que un pasatiempo, de utilidad ceremonial. Pero dentro de ella se encuentra oculta su relevancia. La historia regional nos dice de dónde somos, nos recuerda de dónde venimos, y también de los logros y fracasos de nuestros padres y abuelos. Nos permite comprendernos mejor, nos ayuda a entender nuestra cultura, a ubicarnos no solo en cuanto al paso del tiempo y las distancias, sino aun más, con respecto a la evolución humana, de la que todos somos parte, pero no somos iguales.

Baja California ha crecido considerablemente durante el último siglo. Contraria a su pasado, la entidad no se encuentra aislada ni deshabitada como hace cien años. La amenaza de una invasión extranjera que pusiera en peligro nuestra mexicanidad no se divisa por ningún lugar en nuestro horizonte. Por ahora los peligros parecen centrarse en nuestra propia voluntad, propósito y disciplina. Pero todo ello carece de sentido si nuestra existencia no tiene rumbo o destino.

El pasado, tal vez no se repita, pero nos dice mucho de la gente que hizo posible nuestra realidad. Entre ellos tenemos los indígenas que hicieron de estas tierras su hogar. La osadía de los españoles por descubrir nuestra península. De los misioneros que apostaron su vida en promover el cristianismo entre los nativos. Los pioneros que transformaron nuestro desierto en tierras de cultivo. Los maestros que nos enseñaron a leer y escribir, para que nosotros pudiéramos llegar lejos y construir un pueblo mejor. Usemos pues la historia regional para aquilatar nuestro actual desempeño.

Sergio Noriega Verdugo






 

sábado, 27 de julio de 2019

El Río, núm. 15

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valleAño V, núm. 15, enero-marzo de 2012, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

El Río es una publicación trimestral de la Sociedad de Historia “Centenario de Mexicali” A.C. en coedición con la Universidad Autónoma de Baja California para la divulgación histórica regional sobre el municipio de Mexicali, Baja California, México. 
¿Para quién es la historia regional? 
A quienes nos deleita escribir de historia debiéramos preguntarnos para quiénes lo hacemos. Porque puede ocurrir que estemos escribiendo para un público diferente al contemplado y por ello no estemos dando al blanco y respondiendo a las necesidades de los interesados. Además, puede ser que no tengamos claro si escribimos para entretener o para educar. Por lo tanto, es concebible mejorar nuestra puntería si consideramos cuál o cómo es el interés por la historia regional que nos ocupa. 

Dicho sea de paso, nadie que escriba algo lo hace solo para leerlo él mismo, y de esta manera piense quedar satisfecho por el esfuerzo realizado. Supongo que quienes disfrutamos de escribir lo hacemos para compartirlo con los demás, particularmente con aquellos que apreciamos. Tal vez por eso deseamos contar con la aprobación de nuestros lectores. 

Conscientes estamos de que formamos parte de una sociedad que lee poco, y por ello resulta natural pensar que debemos pintar la historia regional con brocha gorda. Es decir, que debemos abordar los hechos históricos de manera más o menos superficial, sin ahondar en los detalles que ponen a prueba la profundidad de nuestros conocimientos. Todavía más, de escribir de aquellas cosas que se apoyan en lo que la mayoría da por ciertas, sin necesidad de verificarlas mostrando las evidencias que acreditan su veracidad. 

Describir la historia sin analizarla y procurar una interpretación de lo ocurrido, puede satisfacer el interés de quienes tienen pocas inquietudes respecto a nuestro pasado, o de neófitos, más no es el caso de quienes buscan las verdades que el paso del tiempo suele ocultar. Particularmente, cuando la búsqueda no es fácil y el investigador está dispuesto a defender con razón sus hallazgos. 

Escribir para aquellos que no han leído ni un solo libro de historia regional en su vida no es malo. Pues además de que hay muchas otras cosas que leer, es probable que muchos ni siquiera les interese conocer la evolución de Mexicali o de Baja California. Por lo tanto, podemos contemplar que es un reto escribir para ellos. El reto es acercarnos a los que aún no han desarrollado el gusto por leer cómo el pasado se relaciona con el presente y cómo todos somos herederos de nuestros antepasados. Este reto se liga con el compromiso de informar más que de educar a nuestros lectores.  

Por otra parte, cabe decir que aquí no se pretende escribir para expertos. Sin embargo, nos motiva pensar que aún nos queda mucho por conocer de nuestra historia regional y que ella está a nuestro alcance. Esta creencia nos lleva por el sendero de la investigación y no de la repetición. Desde luego, este camino implica el examen cuidadoso de los detalles y el cuestionamiento de lo que ya se ha escrito.

 Podríamos entonces pensar que nuestra tarea se circunscribe a la difusión de la historia regional ya conocida. Pero no es así. Porque también se pretende descubrir pasajes de la historia, tal vez marginados por profesionales, y en el trayecto superarnos como historiadores artesanos. Por lo tanto, podemos decir que la historia regional es tanto para quienes no la conocen, como para aquellos que quisiéramos conocerla mejor. 

Sergio Noriega Verdugo 








viernes, 14 de junio de 2019

El Río, núm. 14

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año IV, núm. 14, octubre-diciembre de 2011, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

En relación con la historia regional y con El Río 

La historia es el relato de hechos ocurridos y de los cambios que éstos representan. Nuestro es el propósito de contar la historia regional de manera veraz y amena, a través de la narrativa, estadística, fotografías y mapas que ayudan a explicar lo ocurrido. Los hechos que nos incumben en esta tarea abarcan la actuación de gobiernos, empresas y personas, que existieron, principalmente durante el Siglo XX. Para ello se abordan aspectos de distinta índole, tales como acontecimientos políticos, económicos y sociales. Se pretende omitir la historia oficial, no solo para evitar repetir lo ya escrito, sino para dar entrada a otras interpretaciones más libres de lo sucedido. En nuestra revista se hace un esfuerzo por encontrar las evidencias que se ocultan en bibliotecas y archivos olvidados y por documentar el testimonio de quienes participaron o presenciaron los eventos históricos.

El ámbito de la historia regional que aquí se aborda nace en Mexicali, cabecera de su gran valle y capital del estado de Baja California. Sede de nuestra Sociedad de Historia “Mexicali Centenario”, que también lleva su nombre, constituida como asociación civil en el 2004. Pero si bien la historia regional que abordamos tiene como su eje a Mexicali, de ninguna manera se circunscribe a ella. Para nosotros la historia regional comprende no solo a todo la Baja California, sino también a las áreas aledañas del estado, como California, Arizona y a Sonora.

Gracias al renovado apoyo de nuestra Universidad en torno a la impresión y difusión de esta publicación, se ha adquirido el compromiso de abundar más en la historia de otras partes del estado fuera de Mexicali. Este reto descansa en dos cursos de acción. Uno consiste en invitar a los interesados de los demás municipios a proponer artículos para El Río, el otro es el de fomentar el interés de aficionados mexicalenses para examinar la historia del resto de Baja California, ahora de manera más frecuente. Creemos que es un reto positivo en el que todos, incluyendo al público lector, serán beneficiados.

Aunado al apoyo anterior, existe el interés por parte de la Universidad de contar con artículos arbitrados, es decir, revisados por historiadores reconocidos. Este nuevo reto implica una supervisión profesional de los artículos de la revista, lo cual suponemos denota un mayor cuidado por decir la verdad, así como cumplir con ciertos requisitos metodológicos de revistas profesionales. 

Todo ello puede contribuir a mejorar la calidad de nuestra revista. Mucho dependerá de la comunicación inteligente y cordial entre los supervisores y los supervisados. Esta relación tendrá que asumir una ruta de aprendizaje y tomará tiempo, pues los primeros son profesionales y los segundos, aficionados.

Para mejor aquilatar este nuevo reto, cabe señalar que los escritos que aquí se presentan son producto del trabajo de personas interesadas en la historia de nuestra tierra y de sus hombres y mujeres, sin ser historiadores de carrera, y sin contar con gozo de sueldo o de remuneración alguna.
Sergio Noriega Verdugo

 

El Río, núm. 13

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año IV, núm. 13, julio-septiembre de 2011, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.


La necesidad de la interpretación histórica 


Conforme avanzamos en el quehacer de la historia regional, más importante se hace contar con interpretaciones de lo acontecido. Con el paso del tiempo es natural y positivo que busquemos y encontremos más información del pasado, pero por bueno que esto sea no será suficiente como para crear una historia que nos permita conocernos mejor y hacerla nuestra carta de presentación ante todos los demás. Si la historia regional fuese igual a la de otras partes de México o del mundo, no tendría mucho sentido nuestra exploración del pasado.
Pero si en cambio, en algo somos diferentes a los demás es nuestro derecho y aún más, nuestro privilegio de manifestar quiénes somos y qué hemos hecho a través del tiempo para ser lo que somos en la actualidad. Por tanto, cabe continuar con la búsqueda y preguntar ¿qué papel han jugado nuestros próceres?, ¿dónde encaja nuestra historia regional dentro de la historia nacional? y ¿por qué no? dentro de la historia universal. Pues somos seres humanos con tanta dignidad como los demás, aunque nuestro pasado sea un tanto más breve.
Para que la historia sirva a la sociedad a la que pertenecemos tendrá que ser relevante. La simple recolección de datos históricos no bastará. Esta podrá ser entretenida, curiosa e interesante pero no dejará de ser un rompecabezas antes de que pueda dar fruto. La recolección de datos no ayudará a resolver nuestros problemas ante el mundo globalizado en que nos toca vivir ahora. Un mundo que hace pensar que el pasado no cuenta. Conocer algunos hechos del pasado nos permitirá platicar de relatos menores, solo anécdotas del pasado, desvinculados de la sociedad moderna. Satisfacer la nostalgia por el pasado no debe ser nuestra prioridad.
Si bien la recolección de información deberá continuar, debemos considerar que la interpretación de los hechos nos ayudará a encontrar la información más pertinente. Pues no puede ser que todos los datos del pasado sean iguales de importantes; y por ello la explicación racional de los acontecimientos ayudará a precisar la información requerida.
Se trata, pues, de que nuestra aportación a la historia regional nos ayude a reconocernos y a explicarnos cómo somos y por qué. La historia no debe de circunscribirse a los hechos en que únicamente los viejos le encuentran sentido; la historia regional deberá servir a nuestra juventud que necesita saber de su identidad y pertenencia. Ello, desde luego, incluye lo positivo y negativo de nuestra corta existencia y de los juicios que de ella emanen.
Es necesario crear una historia regional veraz y compartida; una historia a prueba de la objetividad, aun y cuando los criterios puedan variar, pues sólo después de someterla a la crítica podremos aquilatar su pertinencia y su verdad. Cuando así sea, la interpretación de la historia regional será motivo de sana controversia. Pero la crítica de unos y la defensa de otros pondrá a prueba las diferentes tesis, y es de suponer que nos acercaremos a la verdad, que a fin de cuentas nadie puede eludir. 
Por otra parte, no se trata de un juicio sumario y permanente, pues conforme pasa el tiempo no solo cambia la información disponible con que se hace la historia, sino también los valores con que ésta es enjuiciada.
Sergio Noriega Verdugo




miércoles, 12 de junio de 2019

El Río, núm. 12

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año IV, núm. 12, abril-junio de 2011, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.


Explorar el pasado

Nuestra tarea de historia debe ser la de explorar el pasado. No solo porque se trata de conocer lo que pasó, sino de encontrar su significado para nosotros y para las generaciones siguientes. No es cuestión de elevar a la historia por encima del presente; el pasado nos debe servir para comprender el presente, aunque en ocasiones no sea fácil hacerlo. 

Un problema fundamental es precisar los hechos, pues frecuentemente no se dispone de la información completa y la que se tiene no es del todo confiable. En el afán de contar la historia de Mexicali y sus alrededores, es natural que uno supla esta deficiencia con una interpretación razonable de lo que ocurrió, sin contar con los elementos que convalidan los hechos supuestos. 

Conforme avanza el quehacer histórico en nuestra sociedad nos volvemos cada vez más exigentes de su calidad. Una manifestación del progreso es el considerable número de libros que se han escrito en los últimos años sobre la región, y los diversos aspectos que ellos abordan. Otra tiene que ver con el hecho de que hay un público más numeroso de lectores interesados, algunos de los cuales no comparten el mismo punto de vista que tienen los escritores. Pero este aspecto debe ser visto de manera positiva y no permitir que las divergencias obstaculicen el trabajo por construir una historia verdadera sobre Mexicali.

También es natural que entre más datos y testimonios se tengan del pasado, más difícil será contar con una interpretación que les dé cabida a toda la información disponible. Parte del problema es que no todos los investigadores tienen acceso a las mismas fuentes. Nuestras bibliotecas y archivos requieren de mayores ingresos y organización como para depurar el material que manejan y clasificarlo debidamente. La información mejor organizada, entre otras cosas, podrá alentar la investigación de aspectos menos conocidos de nuestro pasado, pero tal vez, no menos importantes.

El conocimiento de los hechos ocurridos desde que se comenzó a poblar nuestra ciudad es sin lugar a duda un aspecto fundamental. Así lo demuestra la característica positiva de las ciencias. Pero no es suficiente. Los hechos no siempre hablan por sí solos, en ocasiones se requiere de una explicación para poderlos comprender y apreciar su justo lugar en la historia, por tanto, su interpretación no debe ser desdeñable. Pero no hay garantías de que las explicaciones sobre los acontecimientos del pasado siempre constituyan la verdad.

Finalmente, cabe reconocer que una interpretación de los hechos es mejor que ninguna. Que cualquiera que sea la explicación, no tiene porque ser la última palabra. Que el proceder de la ciencia siempre va acompañado de su cuestionamiento. Que mientras seamos objetivos y razonables, contamos con lo necesario para explorar nuestro pasado. 

Sergio Noriega Verdugo



 

El Río, núm. 11

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año IV, núm. 11, enero-marzo de 2011, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma. 


Humanidad, mexicanidad e historia

Pasado el año de la conmemoración de los aniversarios de la Independencia y de la Revolución Mexicana no debe diezmar el interés por la historia patria. Aún hay muchas lecciones que podemos aprender de nuestro pasado. Particularmente, si nos asomamos a los problemas que ha enfrentado nuestro pueblo y a las formas emprendidas para solucionarlos. Pues la historia que nos ocupa no pretende refrescar nuestra memoria, sino aprender de ella. La historia deberá servir para superarnos como nación responsable, ante la ciudadanía mexicana y ante el resto del mundo.
La historia que nos concierne no se limita a las fechas de los acontecimientos, ni siquiera a la de sus personajes. La historia que pretendemos abordar es una que tiene que ver con la unidad de los mexicanos y lo que hemos hecho colectivamente para combatir nuestros problemas tradicionales, como la pobreza, el indigenismo, la falta de educación, la justicia y la conformación de un país democrático.
Para que la historia cobre fuerza en nuestras vidas deberá ser relevante, es decir, que los hechos ocurridos en el pasado tengan relación con el presente. Más importante que al cura Hidalgo le hayan gustado las mujeres, debe ser su visión histórica de un país independiente. Prueba de ello es que la independencia de nuestro país no ha perdido relevancia en el entorno actual, particularmente ahora que vivimos en un mundo globalizado, pues no debe confundirse el patriotismo con el aislamiento de otras naciones, o la autarquía.
Mediante nuestro conocimiento de la historia deberemos ser capaces de ver no sólo hacia atrás, sino hacia adelante. No puede ser muy edificante la insistencia en recordar la pérdida del territorio nacional del pasado ante los Estados Unidos. Nuestra relación con otros países no debe terminar en la desconfianza, pues mucho hay que aprender de los demás países, si es que esperamos un trato como iguales.
Debemos buscar en nuestro pasado para ver dónde han quedado los valores que nos permiten ser la “nación humana y generosa” que proclamamos. ¿Dónde y por qué se ha perdido la confianza en los demás y, peor aún, en nosotros mismos?
Necesitamos levantar el ancla y navegar entre tormentas, pero conscientes del destino colectivo al que aspiramos llegar. Para conocer el rumbo de una convivencia más fructífera, apoyémonos en la historia. La discusión de nuestra historia, con todas sus controversias, debe librarnos de los prejuicios que nos humillan.
Podemos buscar en la historia patria los elementos que conforman nuestra mexicanidad, ello nos dirá lo esencial de quienes somos. Pero la identidad aunque necesaria no es suficiente. Debemos encontrar en la mexicanidad el común denominador que nos hace ser humanos y hermanos de los demás, no sólo ciudadanos de este país.

Sergio Noriega Verdugo

 

sábado, 8 de junio de 2019

El Río, núm. 10

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año III, núm. 10, octubre-diciembre de 2010, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.


Los aniversarios y nuestra historia

La celebración de los aniversarios de la Independencia y de la Revolución no debe quedar en una complacencia nacional. Recordar a los héroes que nos dieron patria y homenajear a quienes hicieron posible el exhorto de “sufragio efectivo no reelección” puede ser bueno para la salud de un pueblo que aspira al progreso material en un contexto de cohesión, de solidaridad nacional y de justicia social. Pero eso no es suficiente.
Celebrar los aniversarios no es igual a conocer nuestra historia, y compenetrarnos en quiénes somos los mexicanos. Debemos aprovechar tanto el Bicentenario de la Independencia como el Centenario de la Revolución Mexicana no sólo para lanzar “vivas” a los héroes del pasado, gozar del colorido de juegos pirotécnicos, y presenciar la disciplina y marcialidad de los desfiles, sino también debemos conocer más de cerca los protagonistas de la historia, sus convicciones y la lucha por sus ideales. No como superhombres desprovistos de fragilidad humana y debilidades personales, sino como hombres y mujeres comprometidos en mejorar la vida de otros mexicanos.México es un proyecto de nación inconcluso. No debemos quedar al margen de su realización. La ocasión se presenta para acrecentar la integración del pueblo mexicano, y una de sus avenidas es la historia nacional. La historia que nos marca la trayectoria de un pueblo que busca superarse, aunque quizás no sepa cómo. Una historia que antepone la verdad sobre la conveniencia política. Una historia razonada en lugar de una imaginada. La historia que prefiere la cruda realidad en lugar del dogma político que anima aunque adormece.
Conocer la historia de México no tiene por qué dejarnos atrapados en su pasado. Como parece ocurre con la conquista. El triunfo de Cortés no debe interpretarse como la derrota de os mexicanos. Honremos la civilización prehispánica, sin perder de vista nuestro compromiso con los indígenas del presente.
El mestizaje podrá no ser la mejor parte de nuestra raza, pero no deja de ser un rasgo distintivo nuestro con el que habremos de vivir hasta el fin del tiempo. La confluencia del conquistador español y el pueblo indígena provocó la explotación de uno sobre el otro, pero debemos ser capaces de reconocerlo sin buscar a quien echarle la culpa y hacernos responsables del pueblo que somos.
Tampoco podemos negar nuestra cultura occidental. Pues no es menos importante que hablemos en español y seamos un pueblo cristiano
La celebración de los aniversarios nos presenta la oportunidad de acercarnos a nuestra historia. El amplio despliegue de los símbolos patrios nos recuerda que todos los mexicanos compartimos el idioma, la geografía, el pasado histórico, el presente, y, posiblemente, el futuro. De la historia debemos aprender errores y aciertos que ocurrieron y que deben servir de referencia para caminar hacia adelante.
México puede ser nuestro orgullo. ¡Seamos mejores mexicanos! 
Sergio Noriega Verdugo
 

viernes, 7 de junio de 2019

El Río, núm. 9

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año III, núm. 9, julio-septiembre de 2010, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.


Identidad e historia nacional

Resulta particularmente interesante, en este año que conmemoramos los aniversarios de la Independencia de México y de la Revolución, las diferentes actitudes de los mexicanos ante la historia de su país. El gobierno por su parte hace lo posible porque todos estemos enterados del pasado y orgullosos de ser mexicanos. Los historiadores hacen un esfuerzo por compenetrarse en algunos acontecimientos o pasajes menos conocidos, conminándonos a todos a ocuparnos de lo que a su parecer es fundamental. Una parte de las clases alta y media se disponen a comprar algún libro con el ánimo de leerlo y estar enterados. Los jóvenes, por lo general, aceptan celebrar pasivamente lo que las autoridades académicas ordenan.
Los inconformes critican, los intelectuales cuestionan, pero el grueso de la población no parece entusiasmarse con las vidas que llevaron sus antepasados, su trascendencia, ni particularmente con los acontecimientos que ahora conmemoramos. Esta situación nos invita a reflexionar sobre nuestras inquietudes y nuestras esperanzas como mexicanos. ¿Qué es relevante para los mexicanos de ahora?
Muchas pueden ser las razones por el poco interés que se manifiesta en la historia de la nación. No podemos hacer a un lado las condiciones económicas por las que atravesamos, la recesión internacional ha debilitado a la economía del país, aumentando el desempleo, y reduciendo el ingreso real del grueso de la población. Aunado a ello, es muy probable que la desigualdad del ingreso se esté agudizando por la falta de inversión productiva y por la ausencia de nuevas empresas. Este aspecto por sí solo disminuye la cohesión social. Ante el malestar económico, la historia puede parecer irrelevante. 
Ligado a lo anterior está el proceso de la globalización. Simplemente el México del siglo XXIes diferente al que prevaleció en la mayor parte del siglo XX. En aquel entonces el nacionalismo jugaba un papel mucho más importante en las prioridades del pueblo y de su gobierno. Ahora que nos encontramos inmersos en la comunicación satelital, donde los acontecimientos del mundo entero compiten por la atención con el que prestamos a los nuestros, nuestro criterio se ha visto obligado a cambiar. Ahora que el comercio internacional de México es tan importante para nuestro bienestar, la visión del exterior no puede ser la misma que antes.
Mucho se ha criticado el que en las escuelas no se enseña suficiente civismo. Habrá que ver si este sacrificio se ha visto compensado con otros elementos que ayudan en el desenvolvimiento de nuestra juventud.
Para que la historia patria cobre mayor relevancia, sobre todo entre las nuevas generaciones de mexicanos, tendrá que ser pertinente a todos y a sus aspiraciones de cómo vivir mejor. Los mexicanos necesitamos creer en nosotros mismos y forjar el camino conducente. México no sólo debe ser un país con historia, debe ser una nación con futuro.
Sergio Noriega Verdugo

 

El Río, núm. 8

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Año III, núm. 8, abril-junio de 2010, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Bondades y retos de nuestra historia

En todo tiempo conviene conocer la historia, pero más ahora. La historia nos dice que no estamos solos, que formamos parte de la familia humana. Que tenemos un pasado y que nos encontramos forjando un futuro. Que nuestra familia lleva por nombre México. Que los miembros de la familia mexicana cumplimos dos aniversarios este año: el de la Independencia y el de la Revolución.

Creemos, así como dijera el poeta y humanista británico Alexander Pope (1688-1744): “el estudio adecuado de la humanidad es el hombre”, y los hombres y las mujeres tenemos historia que contar, que platicar, y que comentar por todo aquello que buscamos darle sentido a nuestras vidas y a la de nuestros contemporáneos.

Somos parte de la humanidad y contamos con personalidad propia. Nuestra cultura es producto de una mezcla de sangre indígena y europea. Gozamos de un diverso y rico folclor. Nuestro idioma es el español y nuestra religión es cristiana. Somos un país de más de cien millones de habitantes, en menos de dos millones de kilómetros cuadrados. Contamos con desiertos y lugares tropicales, altiplano y cordilleras, y nuestras costas están bañadas por dos mares.

Y después de tres siglos de ser colonia de España, México se independizó. Quienes se sacrificaron para darnos patria merecen ser recordados, honorados y homenajeados; y nuestra conducta ciudadana debe constatar que somos merecedores de aquel triunfo. Es decir, no sólo debemos aplaudir sino trabajar en concierto para realizar las expectativas de un pueblo que valora su independencia.

No obstante, cien años después de iniciada la guerra de la independencia, los mexicanos iniciamos la revolución. Pero aun terminada la dictadura bajo el lema de “sufragio efectivo no reelección”, afloraron las diferencias y con ello continuó la violencia entre hermanos. Por eso tampoco debemos olvidar las heridas, las vidas perdidas o frustradas y los daños materiales que ella ocasionó.

Ante este marco de referencia, debemos reflexionar sobre el México que queremos construir. Debemos aprender del pasado. Debemos ser capaces de resolver nuestras diferencias ciudadanas y crear los derroteros que anhelamos alcanzar. Debemos crear una sociedad tolerante, capaz de combatir las desigualdades y, al mismo tiempo, aceptar nuestra pluralidad de nación, para que la historia diga de nosotros que fuimos mexicanos responsables y humanos.


Sergio Noriega Verdugo

jueves, 9 de mayo de 2019

El Río, núm. 7

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC,  Año III, núm. 7, enero-marzo de 2010, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Historia a partir del presente 

Entender el pasado nos conmina a buscar y documentar lo ocurrido, y también a interpretarlo. Estas dos tareas debemos realizarlas si es que pretendemos ser considerados historiadores. No   basta la recopilación de datos, por importantes que puedan ser, si no hay también un esfuerzo por explicar los hechos y cómo estos deben ser considerados.

La historia es más que la narración de acontecimientos secuenciados en orden cronológico. La selección de estos debe estar razonada. ¿Qué nos dicen los hechos? ¿Qué los hace importantes? ¿Cuál es la relevancia de dicha información? Todas estas preguntas deben ser abordadas en cualquier esfuerzo de escribir historia.

Aún en esos casos en los que parece que los sucesos hablan por sí mismos, contar la historia normalmente requiere de una selección de lo que es relevante, v ello implica aplicar el criterio de quien selecciona. Puede ser que seamos inconscientes de los juicios que empleamos (por ejemplo, cuando nos proponemos escribir la historia regional) porque nos parece de sentido común, o tal vez porque creemos que todos los demás comparten nuestra interpretación. Pero nuestros lectores podrán disentir, ese es su derecho.

Por otro lado, no es malo usar el criterio de quien escribe. Malo podría ser no darse cuenta de cuál es el de uno propio. Las apreciaciones empleadas pueden ser numerosas v podrían reflejar cosas diferentes. Por un lado, está la información de que disponemos; por otro, nuestros valores, v qué decir de nuestra educación Y de nuestra capacidad de relacionar las cosas ocurridas.

Una cosa es admitir nuestro propio criterio v manifestarlo al lector o a los oyentes de nuestra interpretación de la historia. Otra es dejarlo oculto. Puede resultar muy cómodo escribir la historia como una relación de hechos que nada tiene que ver con nosotros. Es posible que pensemos que la historia es una y que lo nuestro es aparte. Pero la verdad es que ambos estamos intrínsicamente relacionados. Ahora, también puede ser que no queramos contaminar los hechos con nuestras preferencias o prejuicios. Ello implica una decisión que debamos abordar de manera consciente v responsable.

Para ubicarnos en el momento actual, consideremos la oportunidad que tenemos enfrente: los aniversarios de la Independencia v de la Revolución de México en el año de 2010 nos invitan a participar en su historia. Participar en ello requiere, además de recopilar datos, también de interpretarlos. Para efectos de una interpretación adecuada, debemos estar conscientes de que la historia se hace a partir del presente. Es decir, son los tiempos que vivimos los que dan color y matizan nuestra concepción de lo ocurrido.

Ligar el pasado con el presente nos lleva a pensar del rumbo que sigue nuestro país. Y es que hacer esta ligadura nos obliga a reflexionar sobre cómo somos Y cómo hemos llegado hasta aquí. Un problema que habremos de confrontar tiene que ver con la crisis por la que atravesamos. El malestar que ella provoca seguramente nos llevará a explicar nuestra historia, para bien o para mal. 

Sergio Noriega Verdugo




 









miércoles, 14 de noviembre de 2018

El Río, núm. 6

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, El Río, Año II, núm. 6, octubre-diciembre 2009, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Editorial
Pasión y razón en la historia
Si nuestro afán por la historia pretende servir a los demás. ya sea a nuestros contemporáneos o a futuras generaciones de jóvenes en busca de explicaciones convincentes sobre el inundo que les toca vivir, entonces debemos explicar los hechos pasados con base en la razón. Es decir, debemos buscar las causas o motivos que dieron lugar a los acontecimientos que juzgamos son importantes. Solamente así podremos evitar que la historia sea una mera colección de datos, personajes. batallas y fechas. 

Para que la historia sirva, ésta deberá ser producto de una búsqueda no sólo de los sucesos del pasado. sino de las ligas que los vinculan entre sí. Se trata de encontrar causas y consecuencias de hechos ocurridos que pensamos son relevantes para nosotros y para los que vendrán después. 

Sin embargo. la historia no siempre se escribe de manera inteligente. Desde luego, un problema es la falta de información de lo ocurrido y de la forma en cómo ocurrió. Quienes pretendemos hacer historia. frecuentemente nos topamos con que no contamos con la información necesaria para explicar los hechos de manera cabal. La falta de investigación y la posible controversia de los temas nos inducen, a veces. a contar una historia estéril. desprovista de la realidad: y no nos es fácil admitir esta limitación. 

Además, debemos reconocer que quienes abordamos la historia no siempre lo hacemos libres de prejuicios. Como cualquier ser humano, tenemos preferencias por ciertos personajes o pasajes del pasado. Cuando esto ocurre es fácil justificar cómo contamos los hechos porque son los que se anidan en nuestra persona y nos aportan un falso sentido de confiabilidad, por ello no es fácil encontrar evidencias que puedan cuestionar nuestras preferencias. 

La pasión con que nos ocupamos de la historia no es extraña. Nuestros sentimientos compiten con la razón y la objetividad. Si la historia ha de servir como marco de referencia para poder interpretar el presente, entonces la razón deberá ganar la batalla. Sin embargo. la pasión puede sujetar a la razón de manera caprichosa. pues nos predispone a favor o en contra de algo. Esto parece particularmente cierto, cuando nos ocupamos de la historia nacional, pues ¿qué es más emotivo que hablar de la patria? 

Sin embargo, una vez aclarado que la pasión puede obstaculizar nuestra interpretación de la historia, hay que reconocer que la pasión por descifrar el pasado constituye un gran aliciente para involucramos con el tema y así encontrar la verdad que puede brindarnos la historia. Por lo que no debemos prescindir de la pasión por la historia, si es que hemos de estar bien enterados. 

Sergio Noriega Verdugo










martes, 13 de noviembre de 2018

El Río, núm. 5

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, El Río, Año II, núm. 5, julio-octubre 2009, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.

Editorial

Explorando el pasado para llegar al futuro

Ante la rapidez de los acontecimientos del mundo globalizado que nos toca vivir. parecería que no puede haber tiempo para ocuparnos del pasado histórico. La crisis hipotecaria de Estados Unidos es un ejemplo. Después de un largo periodo de expansión en la construcción de vivienda. Estados Unidos pasó del auge a la crisis. Primero se enfrentó al desplome de precios de vivienda y enseguida se dio razón de créditos hipotecarios incobrables. mismos que con el "subprime"' llevaron a algunas de las principales instituciones financieras a la bancarrota y al desplome de la bolsa de valores y al desempleo. Desde entonces. la crisis financiera del país vecino se ha transformado en una recesión económica de alcance mundial en la que también nosotros estamos inmersos.

¿Podemos. pues. justificar nuestra atención a la historia? Resulta indiscutible que debemos ver hacia adelante para no tropezamos; sin embargo. ¿por dónde queda ese camino? Es muy probable que el futuro que anhelamos no sea fácil de precisan ni de llegar a un consenso. Esto trae a la memoria la máxima de los antiguos griegos quienes recomendaron: conócete a ti mismo. Dado que nuestro pueblo sufre las consecuencias de un precario pasado y aún de grandes desigualdades. no es fácil acertar con generalidades las aspiraciones de nuestro pueblo. Por lo tanto. ¿podemos acaso decir que nos conocemos? ¿Quiénes somos los mexicanos que habitamos Baja California? ¿Cuál es nuestro pasado? 

No podemos fijar nuestro destino sin primero averiguar de dónde y cómo vinimos. Queda claro que somos un pueblo de inmigrantes, con costumbres y expectativas derivadas de muchas panes del país. también resulta claro que la condición de frontera con Estados Unidos ayuda a explicar nuestra forma de vida. Pero ¿cuáles son las pretensiones de esta mezcla de mexicanos fronterizos? Cuando menos, parte de la respuesta debe estar enterrada en nuestro pasado. 

Ante las circunstancias. no se justifica abordar la historia regional sólo como pasatiempo que redunda en la nostalgia del pasado. y tampoco desconocemos a la historia como fuente de esparcimiento. Partimos de que el esfuerzo de estudiar la historia debe ser para encontrarnos a nosotros mismos. Por ello hay que asomarse a la vida de nuestros próceres. padres y abuelos. Hay que buscar lo que otras generaciones hicieron o dejaron de hacen Debemos conocer los hechos. no sólo qué se hizo y cuándo se hizo. sino encontrar él porqué de los acontecimientos. Debemos buscar consenso en los criterios de evaluación para aquilatar tanto lo que consideramos bueno como lo que nos parece malo. Debemos de provocar un diálogo que pueda unir a generaciones. un nuevo parlamento entre viejos y jóvenes para descubrir el pasado y forjar nuestro futuro.

Sergio Noriega Verdugo








sábado, 10 de noviembre de 2018

El Río, núm. 4

Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC,, dejo la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.


Editorial

HISTORIAS DE NOSOTROS


De acuerdo con el diccionario Pequeño Larouse Ilustrado, la historia es el "relato de los acontecimientos y de los hechos, dignos de memoria". Para los fines explicativos de este escrito, la definición anterior será por ahora nuestro punto de partida porque la historia es diversa en forma y fondo. Porque cambia según el lugar y el tiempo de que se trata, porque su contenido responde a diferentes expectativas, y porque quienes aquí la escribimos no contamos con muchos recursos, ni siquiera somos profesionistas en la materia.

Por su parte, un relato puede ser, también de acuerdo con el Pequeño Larouse Ilustrado, el sinónimo de un acta, exposición, historial o informe. En cuanto a la historia, el relato trata de una narración de hechos ocurridos en el pasado plasmados en un documento escrito; sin embargo, ello no descalifica a la comunicación oral, que como en el caso de los antiguos griegos nos legaron a través de Homero La Hilada y La Odisea. Porque estos poemas épicos contados de generación en generación, también contribuyen al conocimiento del pasado y, por ende, forman parte de la historia.

Por lo tanto, podemos convenir que la historia se ocupa de escritos y de testimonios orales que de alguna forma nos dicen de algo que ocurrió en el pasado. Hasta aquí, no sabemos si lo ocurrido es bueno o malo, interesante o aburrido, relevante o irrelevante para el público que habrá de leer tales escritos. Ni siquiera contamos con la seguridad de que el relato sea verdadero.

La siguiente parte de la definición es más complicada porque involucra el criterio del historiador y porque requiere que los hechos históricos sean "dignos de memoria". La dignidad aludida trata de nobleza en los modales y del respeto de sí mismo. Sin embargo, ninguna historia puede ser creíble si sólo se ocupa del avance de la civilización y no de sus tropiezos.

La memoria, nos dice este diccionario, es la "Facultad de conservar las ideas anteriormente adquiridas". Aquí pareciera que se limita a personas que gozan de esa facultad. Sin embargo, creo en una definición más amplia y más apropiada para nuestros fines.

Es decir, la adquisición de memoria no depende tanto de la capacidad de retener información de manera individual, la historia no debe limitarse a repetir lo que ya sabemos del pasado, debemos procurar completarla, y su búsqueda debe de ser colectiva.

Por lo anterior, podemos convenir que la historia se ocupa de hechos transcurridos en el pasado, que cuando menos una parte de la población contemporánea considera interesante o importante en sus vidas. Esta historia no tiene que coincidir con la oficial, donde el enfoque se centra en los gobiernos de esta gran nación. La historia que pretendemos relatar en esta revista es menos general, en ocasiones anecdótica, pero no menos importante, porque se nutre de las vivencias de gente sencilla que como usted y yo que nos sentimos como de aquí.

La crónica que promueve esta publicación es de historia regional. Dentro de ella no hay una gran civilización indígena, ni tampoco valientes conquistadores españoles. Nuestra historia se ocupa principalmente de quienes tuvieron el atrevimiento y aguante de poblar esta tierra, la que por su clima fue considerada una región hostil. Se trata de quienes trabajaron la tierra sembrando algodón, y de quienes fabricaron cerveza y la vendieron a propios y extraños en casinos y cantinas, entre las cuales brotó la canción Rosa de Mexicali. Se trata de un pueblo formado a lo largo del siglo XX, en la frontera norte de México con Estados Unidos que pretende conservar sus raíces ante la acción enajenante de la globalización presente. 

Sergio Noriega Verdugo