Humanidad, mexicanidad e historia
Pasado el año de la conmemoración de los aniversarios de la Independencia y de la Revolución Mexicana no debe diezmar el interés por la historia patria. Aún hay muchas lecciones que podemos aprender de nuestro pasado. Particularmente, si nos asomamos a los problemas que ha enfrentado nuestro pueblo y a las formas emprendidas para solucionarlos. Pues la historia que nos ocupa no pretende refrescar nuestra memoria, sino aprender de ella. La historia deberá servir para superarnos como nación responsable, ante la ciudadanía mexicana y ante el resto del mundo.
La historia que nos concierne no se limita a las fechas de los acontecimientos, ni siquiera a la de sus personajes. La historia que pretendemos abordar es una que tiene que ver con la unidad de los mexicanos y lo que hemos hecho colectivamente para combatir nuestros problemas tradicionales, como la pobreza, el indigenismo, la falta de educación, la justicia y la conformación de un país democrático.
Para que la historia cobre fuerza en nuestras vidas deberá ser relevante, es decir, que los hechos ocurridos en el pasado tengan relación con el presente. Más importante que al cura Hidalgo le hayan gustado las mujeres, debe ser su visión histórica de un país independiente. Prueba de ello es que la independencia de nuestro país no ha perdido relevancia en el entorno actual, particularmente ahora que vivimos en un mundo globalizado, pues no debe confundirse el patriotismo con el aislamiento de otras naciones, o la autarquía.
Mediante nuestro conocimiento de la historia deberemos ser capaces de ver no sólo hacia atrás, sino hacia adelante. No puede ser muy edificante la insistencia en recordar la pérdida del territorio nacional del pasado ante los Estados Unidos. Nuestra relación con otros países no debe terminar en la desconfianza, pues mucho hay que aprender de los demás países, si es que esperamos un trato como iguales.
Debemos buscar en nuestro pasado para ver dónde han quedado los valores que nos permiten ser la “nación humana y generosa” que proclamamos. ¿Dónde y por qué se ha perdido la confianza en los demás y, peor aún, en nosotros mismos?
Necesitamos levantar el ancla y navegar entre tormentas, pero conscientes del destino colectivo al que aspiramos llegar. Para conocer el rumbo de una convivencia más fructífera, apoyémonos en la historia. La discusión de nuestra historia, con todas sus controversias, debe librarnos de los prejuicios que nos humillan.
Podemos buscar en la historia patria los elementos que conforman nuestra mexicanidad, ello nos dirá lo esencial de quienes somos. Pero la identidad aunque necesaria no es suficiente. Debemos encontrar en la mexicanidad el común denominador que nos hace ser humanos y hermanos de los demás, no sólo ciudadanos de este país.
Sergio Noriega Verdugo
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