Datos biográficos y perfil humano
Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) nació en la ciudad de Padua (Patavium). Procedía de familia acomodada y burguesa, amante de las tradiciones y de la paz, donde el respeto profundo a la religión y un espíritu de casta más acusado aún que el de la propia aristocracia romana (propio de la nobleza provincial) determinaría de manera fundamental el planteamiento y desarrollo de su obra literaria.
Marchó a Roma en el año 30 a.C., entrando en contacto con Augusto, con cuyo programa patriótico se identifica y quien respetaba con simpatía las tendencias republicanas del literato. Totalmente alejado de la vida política (por primera vez no se da el binomio senador/historiador) Tito Livio consagra toda su vida a las investigaciones que le exige su obra literaria: la historia romana. Transcurre así plácidamente su existencia, alterada únicamente por la publicación progresiva y exitosa de las sucesivas "décadas".
En el nuevo Estado fundado por Augusto, que quería ser una república "restaurada", la posición del Princeps, absolutamente preeminente, se conciliaba mal con los viejos ordenamientos: de ahí que resulte inevitable una llamada al pasado. Y éste es precisamente el elemento más característico de Livio: la recuperación integral del pasado. En los 142 libros de su obra Ab Urbe Condita narró la historia de Roma desde los orígenes hasta su tiempo; la obra concluía con la muerte de Druso en el año 9 a.C.
La vuelta al pasado, a la tradición y a los orígenes es el único medio para él de superar la historia reciente hecha de revoluciones, guerras civiles y posiciones irreconciliables: así pues el programa de gobierno de Augusto, su voluntad de restauración y de orden encontraron en este "republicano" el portavoz más afín que imaginarse pueda, y de esta manera su obra, junto con la Eneida de Virgilio, se convierte en la abanderada literaria del programa político de Augusto, con la glorificación de los comienzos de Roma y su innegable vocación de dominadora de pueblos.
Tito Livio (59 a.C.-17 d.C.) nació en la ciudad de Padua (Patavium). Procedía de familia acomodada y burguesa, amante de las tradiciones y de la paz, donde el respeto profundo a la religión y un espíritu de casta más acusado aún que el de la propia aristocracia romana (propio de la nobleza provincial) determinaría de manera fundamental el planteamiento y desarrollo de su obra literaria.
Marchó a Roma en el año 30 a.C., entrando en contacto con Augusto, con cuyo programa patriótico se identifica y quien respetaba con simpatía las tendencias republicanas del literato. Totalmente alejado de la vida política (por primera vez no se da el binomio senador/historiador) Tito Livio consagra toda su vida a las investigaciones que le exige su obra literaria: la historia romana. Transcurre así plácidamente su existencia, alterada únicamente por la publicación progresiva y exitosa de las sucesivas "décadas".
En el nuevo Estado fundado por Augusto, que quería ser una república "restaurada", la posición del Princeps, absolutamente preeminente, se conciliaba mal con los viejos ordenamientos: de ahí que resulte inevitable una llamada al pasado. Y éste es precisamente el elemento más característico de Livio: la recuperación integral del pasado. En los 142 libros de su obra Ab Urbe Condita narró la historia de Roma desde los orígenes hasta su tiempo; la obra concluía con la muerte de Druso en el año 9 a.C.
La vuelta al pasado, a la tradición y a los orígenes es el único medio para él de superar la historia reciente hecha de revoluciones, guerras civiles y posiciones irreconciliables: así pues el programa de gobierno de Augusto, su voluntad de restauración y de orden encontraron en este "republicano" el portavoz más afín que imaginarse pueda, y de esta manera su obra, junto con la Eneida de Virgilio, se convierte en la abanderada literaria del programa político de Augusto, con la glorificación de los comienzos de Roma y su innegable vocación de dominadora de pueblos.
Obra Literaria
Los 142 libros de Ab Urbe Condita no tratan todos los períodos con la misma amplitud; los primeros siglos de la historia de Roma están resumidos en unos pocos libros y la narración de los sucesos se va haciendo más extensa a medida que avanza en el tiempo y se va aproximando a la época del autor. En el prefacio de la obra expone Tito Livio los motivos que le han impulsado a acometer tamaña empresa: "Será para mí una satisfacción haber contribuido a evocar los hechos gloriosos del pueblo que está a la cabeza de todos los del universo".
La obra, debido a su enorme extensión (unas 7.000 páginas impresas actuales), se comenzó a publicar en grupos de diez libros que se conocen con el nombre de "décadas". Desgraciadamente se ha perdido en su mayor parte; sólo se nos han conservado tres décadas y media, es decir, 35 libros de los que, además, los últimos están incompletos. Los libros conservados son los siguientes:
*Década primera (libros del 1 al 10) *Década tercera (libros del 21 al 30) *Década cuarta (libros del 31 al 40) *La mitad de la Década quinta (libros del 41 al 45)
Además quedan las recopilaciones o resúmenes (periochae) de cada libro, atribuidas a Floro (siglo II d. C.) que nos dan una idea del contenido de toda la parte que se ha perdido.
La década primera trata los acontecimientos ocurridos desde la fundación de Roma (753 a.C.) hasta el 293 a.C. con el desastre de las Horcas Claudinas en las guerras Samnitas. Las dos décadas y media restantes abarcan en sucesión cronológica desde el año 221 a.C. (2ª guerra púnica) hasta el 167 a.C., fecha en que se produce el sometimiento de Macedonia por L. Emilio Paulo con la batalla de Pidna. El proyecto inicial era ambicioso, desproporcionado para las fuerzas de un solo historiador, sin embargo fue llevado a cabo con una tenacidad y entusiasmo extraordinarios, animado su autor por el éxito de su publicación y por su popularidad creciente. Trabajó en ella durante 40 años, llegando hasta 142 libros de los 150 que pretendía.
Los 142 libros de Ab Urbe Condita no tratan todos los períodos con la misma amplitud; los primeros siglos de la historia de Roma están resumidos en unos pocos libros y la narración de los sucesos se va haciendo más extensa a medida que avanza en el tiempo y se va aproximando a la época del autor. En el prefacio de la obra expone Tito Livio los motivos que le han impulsado a acometer tamaña empresa: "Será para mí una satisfacción haber contribuido a evocar los hechos gloriosos del pueblo que está a la cabeza de todos los del universo".
La obra, debido a su enorme extensión (unas 7.000 páginas impresas actuales), se comenzó a publicar en grupos de diez libros que se conocen con el nombre de "décadas". Desgraciadamente se ha perdido en su mayor parte; sólo se nos han conservado tres décadas y media, es decir, 35 libros de los que, además, los últimos están incompletos. Los libros conservados son los siguientes:
*Década primera (libros del 1 al 10) *Década tercera (libros del 21 al 30) *Década cuarta (libros del 31 al 40) *La mitad de la Década quinta (libros del 41 al 45)
Además quedan las recopilaciones o resúmenes (periochae) de cada libro, atribuidas a Floro (siglo II d. C.) que nos dan una idea del contenido de toda la parte que se ha perdido.
La década primera trata los acontecimientos ocurridos desde la fundación de Roma (753 a.C.) hasta el 293 a.C. con el desastre de las Horcas Claudinas en las guerras Samnitas. Las dos décadas y media restantes abarcan en sucesión cronológica desde el año 221 a.C. (2ª guerra púnica) hasta el 167 a.C., fecha en que se produce el sometimiento de Macedonia por L. Emilio Paulo con la batalla de Pidna. El proyecto inicial era ambicioso, desproporcionado para las fuerzas de un solo historiador, sin embargo fue llevado a cabo con una tenacidad y entusiasmo extraordinarios, animado su autor por el éxito de su publicación y por su popularidad creciente. Trabajó en ella durante 40 años, llegando hasta 142 libros de los 150 que pretendía.
Concepto de la Historia. Las Fuentes
Frente a las monografías que habían caracterizado a sus dos grandes predecesores (César y Salustio), Tito Livio escribe una gran historia nacional, cuyo único tema es Roma ("fortuna populi romani") y cuyos únicos actores son el Senado y el pueblo de Roma ("senatus populusque romanus"). Entronca así Tito Livio en su concepción de la Historia con los primitivos analistas, cuyos testimonios nos transmite en su primera década.
Su propósito general es ético y didáctico; sus métodos fueron los del griego Isócrates del siglo IV a.C.: es el deber de la Historia decir la verdad y ser imparcial, pero la verdad debe presentarse con una forma elaborada y literaria. Coincide con Salustio en la concepción moralista y ejemplarizante de la Historia: "es preciso conocer su historia (de Roma) para imitar lo bueno y rechazar lo malo". Con la exaltación a ultranza de Roma pretende desarrollar en sus conciudadanos el amor a la patria, el respeto al mos maiorum, la concordia civil y la religiosidad profunda. Livio se limitó a amoldarse a unas circunstancias históricas, en las que la tradición era un dogma oficial, un credo nacional: no creer en la tradición era casi un crimen, un atentado contra la majestad del Estado. El historiador se convierte en moralista presentando tanto modelos a imitar como ejemplos que deben evitarse.
Nada más práctico que el hombre de Roma y Livio eleva su pragmatismo hasta cotas de gran nobleza: no se trata de defender intereses personales, familiares o partidistas; ni siquiera de abogar por el senado o la plebe: se trata de servir a la patria entera, de ayudar a su resurgimiento moral, de presentar a sus conciudadanos para su educación política y moral la imagen de una República dirigida por los mejores, en la que todos acaban olvidando sus intereses personales en aras del interés supremo del Estado. Livio huye del pasado reciente y de la actualidad contemporánea. Busca, sobre todo, las pruebas de grandeza proporcionadas por el pueblo romano e indaga los motivos de su superioridad. El respeto de este escritor frente a la tradición y sus transmisores era tan grande, su pietas hacia lo heredado de sus antecesores tan determinante, que intentaba siempre eliminar contradicciones y armonizarlo todo: su indiscutible realización consistió en la síntesis conservadora de la tradición histórica romana y en su transmisión por medio de un estilo que resultaba atractivo para los contemporáneos de la era augústea.
La resignación del autor frente a las tempestades del pasado reciente y a veces, incluso, el escepticismo frente al deseado cambio, se hacen patentes en no pocos pasajes de su obra. No obstante, él estaba profundamente convencido de la primacía del pueblo romano, proyectando su vocación de dominadora del orbe hacia atrás, a los comienzos de su historia: Roma era, para Livio, la "in aeternum urbe condita" (4,4,4). La religión, las normas del Derecho y la política condicionaban a partes iguales la forma de vida del hombre romano. Livio concretó las infinitas variantes de las mores maiorum, que constituían una monumento a la antigua romanitas en dos aspectos fundamentales: la pietas y la virtus. Y a éstas las diversificó en otras como: moderación, equidad, tesón, disciplina, respeto a la autoridad e indulgencia hacia los vencidos; de la guerra sólo la justa ("bellum iustum") y de manera leal... según Livio, la dominación romana era el imperium justo y moderado de los mejores.
El método histórico utilizado deja mucho que desear. Utiliza como fuente a los primeros analistas y a Polibio, pero su nacionalismo exacerbado le lleva a deformar la realidad en detrimento de las naciones extranjeras. Su espíritu crítico es prácticamente nulo, aunque él intenta ser honesto y con frecuencia expone opiniones distintas sobre algún suceso para que el lector contraste y saque sus propias conclusiones.
En su larguísima narración, Livio acredita tradiciones míticas y fabulosas, con historias suculentas para la sociedad y educativas para la juventud, que él intenta hacer verosímiles, y en vez de someter a una crítica sistemática a las fuentes, por el contrario opera en ellas verdaderas y propias deformaciones en sentido filorromano. No es un historiador científico ni intuitivo como Tucídides. Y si añadimos su inexperiencia militar y política, junto con su escasa documentación de las condiciones económicas o de la vida social de Roma, su credibilidad podría quedar en entredicho.
Sin embargo Livio vive profundamente la historia de Roma y, aunque es un historiador de gabinete que no viaja ni conoce personalmente los escenarios de los hechos que describe, su capacidad psicológica, su profunda fe en lo humano y su exacto conocimiento de la dignidad del hombre y de sus posibilidades, le facultan como un psicólogo excepcional para intuir el alma de los individuos y de los grupos. Por ello sus retratos, discursos y descripciones de multitudes tuvieron tanto éxito. A través de su obra está siempre presente el alma de Roma, que se revela en todos los actos de la comunidad nacional: Livio escribe una historia colectiva: "Res gestae populi romani".
Su historia no es económica, en cierto sentido es social, por el importante papel que juegan los problemas políticos; es también una historia militar y diplomática y, ante todo, una historia cultural y del espíritu en la medida que presenta la encarnación del alma romana en el curso del tiempo y la excepcional visión sobre cómo contemplaba un romano, desde la cima, su pasado.
Frente a las monografías que habían caracterizado a sus dos grandes predecesores (César y Salustio), Tito Livio escribe una gran historia nacional, cuyo único tema es Roma ("fortuna populi romani") y cuyos únicos actores son el Senado y el pueblo de Roma ("senatus populusque romanus"). Entronca así Tito Livio en su concepción de la Historia con los primitivos analistas, cuyos testimonios nos transmite en su primera década.
Su propósito general es ético y didáctico; sus métodos fueron los del griego Isócrates del siglo IV a.C.: es el deber de la Historia decir la verdad y ser imparcial, pero la verdad debe presentarse con una forma elaborada y literaria. Coincide con Salustio en la concepción moralista y ejemplarizante de la Historia: "es preciso conocer su historia (de Roma) para imitar lo bueno y rechazar lo malo". Con la exaltación a ultranza de Roma pretende desarrollar en sus conciudadanos el amor a la patria, el respeto al mos maiorum, la concordia civil y la religiosidad profunda. Livio se limitó a amoldarse a unas circunstancias históricas, en las que la tradición era un dogma oficial, un credo nacional: no creer en la tradición era casi un crimen, un atentado contra la majestad del Estado. El historiador se convierte en moralista presentando tanto modelos a imitar como ejemplos que deben evitarse.
Nada más práctico que el hombre de Roma y Livio eleva su pragmatismo hasta cotas de gran nobleza: no se trata de defender intereses personales, familiares o partidistas; ni siquiera de abogar por el senado o la plebe: se trata de servir a la patria entera, de ayudar a su resurgimiento moral, de presentar a sus conciudadanos para su educación política y moral la imagen de una República dirigida por los mejores, en la que todos acaban olvidando sus intereses personales en aras del interés supremo del Estado. Livio huye del pasado reciente y de la actualidad contemporánea. Busca, sobre todo, las pruebas de grandeza proporcionadas por el pueblo romano e indaga los motivos de su superioridad. El respeto de este escritor frente a la tradición y sus transmisores era tan grande, su pietas hacia lo heredado de sus antecesores tan determinante, que intentaba siempre eliminar contradicciones y armonizarlo todo: su indiscutible realización consistió en la síntesis conservadora de la tradición histórica romana y en su transmisión por medio de un estilo que resultaba atractivo para los contemporáneos de la era augústea.
La resignación del autor frente a las tempestades del pasado reciente y a veces, incluso, el escepticismo frente al deseado cambio, se hacen patentes en no pocos pasajes de su obra. No obstante, él estaba profundamente convencido de la primacía del pueblo romano, proyectando su vocación de dominadora del orbe hacia atrás, a los comienzos de su historia: Roma era, para Livio, la "in aeternum urbe condita" (4,4,4). La religión, las normas del Derecho y la política condicionaban a partes iguales la forma de vida del hombre romano. Livio concretó las infinitas variantes de las mores maiorum, que constituían una monumento a la antigua romanitas en dos aspectos fundamentales: la pietas y la virtus. Y a éstas las diversificó en otras como: moderación, equidad, tesón, disciplina, respeto a la autoridad e indulgencia hacia los vencidos; de la guerra sólo la justa ("bellum iustum") y de manera leal... según Livio, la dominación romana era el imperium justo y moderado de los mejores.
El método histórico utilizado deja mucho que desear. Utiliza como fuente a los primeros analistas y a Polibio, pero su nacionalismo exacerbado le lleva a deformar la realidad en detrimento de las naciones extranjeras. Su espíritu crítico es prácticamente nulo, aunque él intenta ser honesto y con frecuencia expone opiniones distintas sobre algún suceso para que el lector contraste y saque sus propias conclusiones.
En su larguísima narración, Livio acredita tradiciones míticas y fabulosas, con historias suculentas para la sociedad y educativas para la juventud, que él intenta hacer verosímiles, y en vez de someter a una crítica sistemática a las fuentes, por el contrario opera en ellas verdaderas y propias deformaciones en sentido filorromano. No es un historiador científico ni intuitivo como Tucídides. Y si añadimos su inexperiencia militar y política, junto con su escasa documentación de las condiciones económicas o de la vida social de Roma, su credibilidad podría quedar en entredicho.
Sin embargo Livio vive profundamente la historia de Roma y, aunque es un historiador de gabinete que no viaja ni conoce personalmente los escenarios de los hechos que describe, su capacidad psicológica, su profunda fe en lo humano y su exacto conocimiento de la dignidad del hombre y de sus posibilidades, le facultan como un psicólogo excepcional para intuir el alma de los individuos y de los grupos. Por ello sus retratos, discursos y descripciones de multitudes tuvieron tanto éxito. A través de su obra está siempre presente el alma de Roma, que se revela en todos los actos de la comunidad nacional: Livio escribe una historia colectiva: "Res gestae populi romani".
Su historia no es económica, en cierto sentido es social, por el importante papel que juegan los problemas políticos; es también una historia militar y diplomática y, ante todo, una historia cultural y del espíritu en la medida que presenta la encarnación del alma romana en el curso del tiempo y la excepcional visión sobre cómo contemplaba un romano, desde la cima, su pasado.
Cuestiones estilísticas
Fuera de toda duda está la altísima categoría de Tito Livio como escritor. Se sitúa en una época de transición: la prosa había alcanzado su apogeo en la generación anterior con César y Cicerón y comenzaba ahora a decaer, mientras que la poesía alcanzaba su máximo esplendor. La poesía domina de tal forma este período que incluso va a impregnar a la prosa de sus características: Tito Livio escribe una prosa imbuida de connotaciones poéticas.
La herencia de Cicerón se deja sentir en los períodos largos, amplios y cadenciosos, en una prosa elocuente, clara, ordenada y completa y, por último, en el abuso de los discursos. Y fue precisamente a través de ellos que supo investigar en el alma y las circunstancias de cada personaje, aunque como literato, inexperto en política, no fuera capaz de aprehender el crucial problema político de su época. En realidad Livio asimiló y moldeó desde la época augústea un concepto global de la historia de Roma que respondía perfectamente a las expectativas de su tiempo; se comprende que su éxito fuera inmediato: varias generaciones de ciudadanos aprendieron por medio de la tradición transmitida por Livio a conocer a su patria. Creó al romano-tipo representativo de las gentes de Roma y con él una imagen digna y respetable ante los pueblos conquistados.
Fuera de toda duda está la altísima categoría de Tito Livio como escritor. Se sitúa en una época de transición: la prosa había alcanzado su apogeo en la generación anterior con César y Cicerón y comenzaba ahora a decaer, mientras que la poesía alcanzaba su máximo esplendor. La poesía domina de tal forma este período que incluso va a impregnar a la prosa de sus características: Tito Livio escribe una prosa imbuida de connotaciones poéticas.
La herencia de Cicerón se deja sentir en los períodos largos, amplios y cadenciosos, en una prosa elocuente, clara, ordenada y completa y, por último, en el abuso de los discursos. Y fue precisamente a través de ellos que supo investigar en el alma y las circunstancias de cada personaje, aunque como literato, inexperto en política, no fuera capaz de aprehender el crucial problema político de su época. En realidad Livio asimiló y moldeó desde la época augústea un concepto global de la historia de Roma que respondía perfectamente a las expectativas de su tiempo; se comprende que su éxito fuera inmediato: varias generaciones de ciudadanos aprendieron por medio de la tradición transmitida por Livio a conocer a su patria. Creó al romano-tipo representativo de las gentes de Roma y con él una imagen digna y respetable ante los pueblos conquistados.
https://es.wikipedia.org/wiki/Tito_Livio
Descripción:
Libro donde se analiza la obra de Tito Livio, en especial su Ab urbe condita libri, donde se ofrece información histórica para conocer la época monárquica y republicana de la Roma clásica, y no sólo su historia bélica, política, social y económica, sino también la comunitaria, el imaginario colectivo y la actuación y psicología de la plebe romana y de sus dirigentes.
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