Revista de el centro de estudios sobre la universidad UABC, Revista de historia regional de Mexicali y su valle Año VII , núm. 24, abril-junio de 2014, dejó la editorial que viene en la revista y el enlace a la misma.
La tierra y el agua
Las raíces de nuestra cultura
están ligadas a la tierra que pisamos. La geografía es parte de nuestra
identidad, la clase de pueblo que somos es producto de nuestra lucha por
sobrevivir. El carácter de nuestra gente venida de diversos lugares se
encuentra esculpido por el deseo de vivir aquí. Nuestra historia es corta,
apenas poco más de un siglo; Mexicali nació en los albores del siglo veinte.
Nuestros indígenas primitivos no pudieron más que sobrevivir en esta inhóspita
región. El llamado desierto sonorense no daba suficiente para comer. No
obstante, sus suelos eran fértiles, pues las inundaciones del caudaloso Río
Colorado dejaron aluvión de arcilla y limo a lo largo de miles de años. Pero la
tierra, privada de lluvia, produjo una flora natural raquítica, consistente de
plantas desérticas como el mezquite, palo fierro y arbustos, ninguna de mucho
valor.
Sin embargo, la canalización del
Río Colorado dio a los valles Imperial y Mexicali la oportunidad de producir
riqueza, y ello fue el detonante de nuestro desarrollo. Claro está que la
agricultura regional requirió primero desmontar las tierras y nivelarlas. El
agua tenía que ser conducida por canales para regar las parcelas. Primero hubo
que crear infraestructura hidráulica capaz de sostener agricultura permanente.
Después llegaron el ferrocarril y los caminos. Además de la inversión que todo
esto representó, provocó la inmigración de personas de otros estados, como Baja
California Sur y Sonora, y de otros países como de Estados Unidos y China.
Las primeras personas que
llegaron a Mexicali, aunque materialmente pobres, no sólo proporcionaron la
mano de obra para transformar el desierto, sino también las habilidades,
conocimientos, hábitos y costumbres. ¿Cómo pensaban, cuáles eran sus
preocupaciones y sus esperanzas de alcanzar la felicidad? No sabemos, pero a
pesar todas de sus limitaciones, cualquiera que estas hayan sido, ayudaron a
conformar la cultura que ahora consideramos nuestra.
La tierra nos identifica, somos
de aquí, aunque hayamos llegado de otros lados. La tierra con el agua engendró
cultivos que nos proporcionaron un nivel de riqueza no desdeñable. Aquí
trabajaron nuestros padres. Aquí se han formado nuestros hijos y sus descendientes.
Aquí es donde pertenecemos.
La vida se hizo posible aquí por
el agua. El agua hizo posible una agricultura de riego de gran escala,
importante para todos nosotros y para Baja California. Pero el agua también se
ha convertido en sostén de nuestra ganadería, de nuestra pesca, así como de
nuestra industria y, por supuesto, de nuestros servicios. Tanto el crecimiento
poblacional como el económico han aumentado su consumo de este valioso recurso.
Su cantidad demandada es creciente pero su disponibilidad, sujeta al ciclo
hidrológico, es limitada. Estamos conminados a sacrificar unos usos por otros.
Seguimos aquí junto a la tierra y
dependientes del agua, aunque el clima desértico sea el mismo. Estas tierra y
agua que llamamos nuestras, constituyen el patrimonio formado a través de la
historia, por ello confronta a esta generación a administrarlas mejor.
Sergio Noriega Verdugo
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